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Amanda Palmer: “Si te asusta la opinión de los fans, estás perdida”

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Con Dresden Dolls, mano a mano con su socio Brian Viglione, Amanda Palmer ganó experiencia, galones y se labró la fama de iconoclasta incorruptible. En 2008 sorprendió a propios y extraños con el soberbio ‘Who Killed Amanda Palmer?’, su primera aventura en solitario, un álbum marcado por el ácido humor –a menudo negrísimo- de nuestra protagonista que musicalmente incidía en el perfil más accesible y melódico de ese cabaret decadente ya desgranado junto a Viglione. Ahora era el turno de la siempre complicada reválida, pero la Palmer no se achata y, ‘crowdfunding’ mediante, pone en la calle ‘Theatre Is Evil’, donde da rienda suelta al gran teatro del mundo que habita su cabeza. No, Amanda no nació para pasar desapercibida.

Hay todo tipo de opiniones respecto a ‘Theatre is evil’. Para unos es tu trabajo más fresco y original, para otros es tu retorno a las raíces y a tus primeras influencias musicales…

Creo que es ambas cosas. Siempre son las dos cosas. Es lo hermoso de llevar tanto tiempo haciendo música; cada vez eres más tú mismo pero, al mismo tiempo, puedes volver sobre tus pasos y darle tu toque personal a la música con la que creciste. Pero me gusta pensar que este disco es el más original de los que he hecho, aunque sea un homenaje claro al tipo de música que más quiero; la música que me hizo crecer y que me alimentó cuando era una cría.

Lo cierto es que hay menos angustia en los nuevos temas que en ‘Who Killed Amanda Palmer?’. Al menos eso parece a primera vista.

Quizá en la música… Y puede que también en las letras. La verdad es que trato de no darle muchas vueltas a este tipo de cosas y no analizarme demasiado. Ése es vuestro trabajo.

‘Theatre is Evil’ tiene unos arreglos asombrosos: cuerdas, secciones de viento, una orquesta completa… ¿No temías que el mensaje, que los textos, se perdieran entre la grandilocuencia de la producción?

No. En realidad el disco me parece relativamente minimalista. ¡Las letras se oyen! Y eso es lo que importa. Sin embargo, hay música muy minimalista, como Radiohead, y uno no entiende una puta palabra de lo que Thom Yorke está diciendo. Minimalista, o íntimo, no es igual a limpio.

No sé si durante la gestación del disco tenías en la cabeza el concepto de ópera-rock, pero parece haber mucho de eso en él… Tienes ese interludio que es “A Grand Theft Intermission”, ese grand finale con “Olly Olly Oxen Free” donde todos los instrumentos se desbocan…

¡¿Ópera rock?! Sí, me llevo eso y un sándwich… (Risas) 

Debe ser muy halagador, muy gratificante, recibir semejante apoyo por parte de tus seguidores. Pero, como hemos dicho, tenías un millón de dólares y había que entregar un disco. ¡Uno bueno a ser posible! ¿No te asustaba la idea? Ahora el que pagaba las facturas no era ningún ejecutivo encorbatado al que tu música le importa entre poco y nada, sino los propios fans… ¿No había más presión?

La presión es siempre la misma. Lo difícil es desarrollar el disco en mi cabeza y recordar después en qué orden iba cada cosa. La música ya estaba antes de llevar el proyecto a Kickstarter. Fue como una apuesta. Si lo hubiera hecho de otra forma quizá me habría sentido diferente, pero nunca lo sabremos. Aunque estoy bastante segura de que los fans se habrían comportado como animadores y no como maléficos críticos. Mi relación con ellos se basa en el apoyo mutuo. El amor y la aceptación es incondicional, así que no hay lugar para suspicacias.

¿Cómo te gusta verte como artista? Quiero decir, la Amanda Palmer que vemos sobre un escenario, la que oímos en el CD, ¿es una suerte de personaje o es la que está por las mañanas en su apartamento tomándose un café en pijama? Quizá sea difícil discernir algo así…

No soy un personaje, soy una persona. Antes me hacía gracia cuando la gente me preguntaba cosas así, en los días de Dresden Dolls, probablemente por el tema del maquillaje. Me preguntaban si la que estaba allí arriba era yo o era un personaje. Y la verdad es que no lo sé. ¿Es Bob Dylan el tipo que se sube a las tablas? ¿Prince? ¿Madonna? ¿Leonard Cohen? Por supuesto todas sus personalidades se amplifican sobre el escenario, pero es sólo eso, versiones exageradas de sí mismos. Incluso Alice Cooper, Bowie, Marilyn Manson o cualquier otro artista que deliberadamente nos quiera hacer creer que interpretan a un personaje. Todo es una cuestión de grados.

Como muchos otros artistas hoy en día, tú también pusiste en marcha una campaña de ‘crowdfunding’ para poder grabar el nuevo disco. Tus fans te entregaron alrededor de un millón de dólares. Pero, por si alguien no lo tiene claro: la gente no te estaba dando todo ese dinero a cambio de nada…

Claro. Tiene gracia, porque todo ese dinero se esfumó enseguida y volví a verme de gira y casi arruinada. Feliz, como siempre, pero desde luego no rica.

¿Este modus operandi no influye ni siquiera a la hora de plantearte si una canción en concreto puede o no gustar a tus seguidores? ¿No acaba por destruir la objetividad del músico?

Pero los fans van a esperar algo en concreto, siempre, con o sin crowdfunding. Y si eso te asusta, estás perdido como artista.

Volvamos a tu ‘teatro’. ‘Berlin’ y ‘The Bed Song’ son los temas más teatrales del disco. Te imagino perfectamente cantándolas en algún viejo teatro de Broadway. ¿Fueron ésas las que dieron pie al resto de las canciones?

La verdad es que no. Cada canción fue escrita en un momento diferente, en diferentes estados de ánimo. Me limito a escribir los temas cuando me vienen a la cabeza.

Todavía no hemos podido ver tu nuevo show. ¿Cómo es? ¿Cómo sería la representación perfecta de ‘Theatre is evil’? La que pondrías en marcha si tuvieras el presupuesto de U2, por ejemplo…

Creo que este año he aprendido una buena lección: buena iluminación, buenos disfraces, nada de gilipolleces… Y a tocar. El álbum destaca por sí solo porque la banda es muy buena y las canciones son geniales. Dejaré mi producción a lo U2 para otra ocasión. (Risas)

En algún momento del tour pediste a aquellos de tus fans que supiesen tocar algún instrumento que subieran al escenario contigo. Gratis, claro. Eso cabreó a muchos músicos profesionales y al final decidiste retirar la propuesta… ¿Por qué te echaste atrás?

Para poder seguir adelante con mi vida. Era mi forma de decirles que se metieran en sus asuntos, porque sabía que en cuanto empezara a pagar a esos músicos la gente que no pilló de qué iba la cosa cerraría el pico y pasarían de mí, que era lo que quería. A los músicos que participaron no les importaba todo aquel follón; fue cosa de gente ajena a nuestro círculo. Busqué la manera más rápida y fácil de terminar con aquello y de que todos estuvieran felices. Con tanta discusión me iba a reventar la puta cabeza.

Si el teatro es tan ‘diabólico’, ¿qué adjetivo le reservas a las películas o a la televisión?

Las películas son diabólicas. La televisión es diabólica… ¡La vida es diabólica!

con la colaboración de Carlos H. Vázquez

Traductor, periodista a regañadientes, copywriter. Quizás nos encontremos en Esquire, Vice, JotDown o en Miradas de Cine. Como me sobra el tiempo, edito Factory.

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