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Elia Barceló: “Están utilizando contra nosotros una de las armas más antiguas del mundo: el miedo”

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Con una mesa coja y dos sillas desvencijadas improvisamos el set para esta entrevista. El escenario es un espigón en los viejos astilleros de Naval Gijón, al fondo la noria y las carpas de la Semana Negra mitigan por unos días el aspecto de distopía que toda reconversión industrial implica y Elia Barceló parece sentirse cómoda con la puesta en escena que bien podría formar parte de alguna de sus muchas historias de ciencia ficción. Desde Sagrada en 1989 son diecinueve libros e incontables relatos los que la han convertido en un referente de la literatura fantástica española y latinoamericana a pesar de que no se canse de repetir que no cree en la pureza de los géneros y de que sea precisamente la fusión uno de los rasgos más característicos de su literatura.

En esta ocasión presenta Hijos del Clan Rojo, Destino (2013) —primera entrega de su nueva saga  Anima Mundi— que define como una fantasía urbana y cosmopolita de terror, misterio, romances y conjuras. Una trilogía que aparentemente se presenta como juvenil pero que como el cuadro de M. C. Escher esconde múltiples escaleras de subida y bajada hacia distintos niveles de lectura. 

En un marco como la Semana Negra es difícil no dejarse llevar por la euforia pero… ¿viven la ciencia ficción y la fantasía españolas su mejor momento?

Lo del “mejor momento” siempre es algo muy delicado pero lo que está claro es que hemos evolucionado muchísimo durante los últimos veinte años. Por aquel entonces estábamos tratando de salir del gueto porque la ciencia ficción era cosa de un pequeño grupillo cerrado de gente que tampoco hacía mucho por salir de ese círculo; por un lado se quejaban de que los de fuera no los tomaban en serio pero a la vez tampoco hacían demasiado por abrirse. Fuimos unos cuantos —muchos de los que estamos ahora en la Semana Negra como Juan Miguel Aguilera, Rafa Marín, Rodolfo Martínez o yo misma— los que tratamos de dar ese paso para convertirnos en escritores sin género y, más allá de que escribiésemos ciencia ficción, fantástico o lo que fuera, lo que pretendíamos era sacar nuestra literatura de ese aislamiento. Desde entonces hemos ido siempre mejorando y en España tanto la ciencia ficción como la fantasía están cada vez más aceptadas por las editoriales, desde las pequeñas a las grandes, aunque sí es cierto que todavía algunas son reacias a que, en las solapas, las novelas se presenten directamente como de ciencia ficción porque, de alguna manera, todavía les asusta que eso pueda alejar a una gran masa de lectores. No obstante, ahora hay gente que vende muchísimo como José Carlos Somoza que no tiene problemas en reconocer abiertamente que escribe ciencia ficción o como José María Merino, todo un académico de la lengua, que a menudo también se acerca al género y cuando el resto llegamos con un manuscrito a las editoriales cada vez nos vamos encontrando con menos inconvenientes asociados al género así que… sí, creo que estamos en un buen momento.        

Subámonos a la máquina y retrocedamos en el tiempo hasta esa época en la que empiezas a transitar el páramo solitario que era el género. Haznos una pequeña semblanza de aquel momento para pioneros…

Basta un ejemplo: sin Internet, blogosfera ni redes sociales, en aquel momento todo lo relacionado con el género se articulaba en torno a la revista Nueva Dimensión cuya tirada era aproximadamente de dos mil ejemplares. Ese era el nicho de lectores interesados en España por la ciencia ficción y esa revista el único vínculo que teníamos entre nosotros por medio de pequeñas colaboraciones y de una última página en la que “interactuábamos” a través de una serie de cartas al director o algo por el estilo. No obstante éramos un grupo muy variopinto, desde gente muy jovencita —yo misma empecé a leer la revista con once años— hasta académicos de traje y corbata. Hubo un momento clave en el 92 cuando la revista organizó un pequeño encuentro en Barcelona donde nos reunimos una veintena de aquellos “activistas”, era la primera vez que nos veíamos las caras y aún recuerdo la sensación de euforia absoluta al encontrarte con esa gente que había leído a los mismos autores y se interesaba por los mismo géneros.

¿Podría decirse que escribir ciencia ficción por aquel entonces era, en España, algo semejante a haberse quedado atrapada en la piel del protagonista de Matheson en Soy leyenda?

Bonita pregunta [risas]… al menos era síntoma de tener una personalidad muy rara y desde muy pequeña yo siempre fui una niña muy rarita. Prefería quedarme encerrada en casa a leer que hacer lo que hacían el resto de los niños y en ese sentido sí que hay alguna similitud con el personaje de Matheson. Y en cuanto a la novela… es una de esas  que te tocan de una manera extraña y que te impresionan sobre todo por el cambio de posición, ese “ahora el monstruo soy yo”… Por eso me fastidió tanto la última adaptación con Will Smith, los primeros cuarenta y cinco minutos son fantásticos pero luego se acojonan y lo estropean todo.   

Dices que, en tu caso, todo empezó a los once años. ¿Hubo algún detonante concreto para adentrarte en aquel territorio “hostil” y desconocido?

Lo recuerdo con toda claridad. Por un lado tuve la suerte de que a mi padre ya le gustaba; un hombre muy amplio de mente que incluso se había construido un observatorio astronómico con sus propias manos. Cuando consideró que había llegado el momento me regaló el Viaje al centro de la tierra de Julio Verne que fue mi primer libro sin dibujos. Lo disfruté enormemente y a partir de entonces me regalaba una novela a la semana. Pronto acabé también con todo lo que había en la biblioteca de mi pueblo. Ese fue el caldo de cultivo pero el momento determinante ocurrió cuando tenía doce años y estrenaron la película de Kubrick —2001, una odisea del espacio—. La vi con mi padre y salí en trance, completamente fascinada, me marcó a fuego a pesar de que apenas comprendí nada [risas]… pero al momento pensé que eso era lo que yo quería hacer, el mundo al que yo quería pertenecer. El siguiente paso fue ir a la librería para comprar la novela de Clarke que leí tantas veces que aún me sé el último capítulo de memoria. [Recita el primer párrafo: “Ante él, como un esplendente juguete que ningún hijo de las estrellas podría resistir, flotaba el planeta Tierra con todos sus pueblos.”] Aún se me pone la carne de gallina porque ahí empezó todo… 

Durante mucho tiempo los lectores de estos géneros estuvieron asociados al underground y la “marginalidad” pulp y, sin embargo, resulta que los lectores de género parecen ser los menos sugestionables por los cantos de sirena del mainstream en forma de pirámides en los estantes de las grandes superficies. ¿Podríamos decir que saben mejor lo que quieren y cómo encontrarlo?

Están más preparados… el perfil del lector famdom es el de alguien que ha leído mucho y, sobre todo, que lo ha hecho desde muy joven así que, cuando llevan desde los ocho años impactándose con propuestas que son auténticas maravillas y que les han hecho crecer reflexionando constantemente, un best seller de los que se venden en las grandes superficies les resulta tan simple, tan lineal y tan previsible que se les cae de las manos antes casi de empezarlo.  

Al mismo tiempo y, sin que resulte contradictorio, ¿se podría hablar también de George R.R. Martin y su Canción de hielo y fuego como un punto de inflexión en la explosión de la tendencia equiparable al que significó, no sé,  el  Millenium de Larsson para la novela negra?

Me viene a la cabeza el primer relato suyo que leí, si no me equivoco “Los reyes de la arena” en Nueva Dimensión  y te hablo de hace treinta y cinco años por lo menos. Luego vendrían Muerte de la luz y Refugio del viento, escrita a medias con Lisa Tuttle, pero aquí seguíamos siendo cuatro gatos los que lo conocíamos y me hace gracia porque recuerdo perfectamente cuando vino a la Semana Negra para presentar la saga y no creo que fuésemos más de veinte personas en la carpa… como siempre fue la serie de televisión la que desencadenó el fenómeno y fue entonces cuando la gente comenzó a comprar masivamente sus libros. Yo ni siquiera he leído los de esta saga porque en aquella ocasión le pregunté cuántos pensaba escribir y me dijo que sólo sería una trilogía pero con el follón mediático me parece que no le quedará más remedio que seguir con el juego [risas]… Así que yo seguiré con mis ejemplares guardados en plástico y comenzaré a leerlos cuando el terminé de escribirlos. 

Parece evidente también que el llamado Famdom es sin duda uno de los nichos de lectores que con menos traumas están realizando la transición al formato digital…

Sin lugar a dudas… hablamos de la gente que ya estaba soñando con ello mucho antes de que fuera posible. Ese es, de alguna manera el espíritu de la ciencia ficción, soñar e imaginar con realidades que aún no existen y que cuando de repente, como Internet, se hacen realidad lo primero que quieres es hacerte partícipe de ella. 

Como apuntabas, a las editoriales clásicas especializadas en estos géneros, se están sumando nuevas colecciones lanzadas por los grandes sellos para responder a éste boom en la demanda, analicemos los motivos…

Sí, es una cuestión a la que llevo tiempo dándole vueltas porque a mi labor como escritora se une mi trabajo en la universidad así que una parte de mi corazón es académico y teórico por lo que inevitablemente tiendo mucho a reflexionar el porqué de que de repente un género comience a funcionar o a dejar de hacerlo. Y, a éste respecto, creo que existen dos factores fundamentales: por un lado está el hecho de que, desde sus orígenes, la literatura surgió como medio para relatar lo extraordinario. En la época de la transmisión oral o en la de los pergaminos a nadie se le ocurría hacer uso de ella para narrar la vida cotidiana que transcurría alrededor, en aquel momento aquello carecía de interés y la función de la literatura era la de enfrentarse a lo extraordinario,  desde los milagros a las grandes aventuras pasando por las gestas épicas de los héroes o las epopeyas fundacionales de los pueblos… el corte brusco con esta tradición se produce con la llegada del Realismo —en su momento muy moderno e innovador— y la concepción, muy asentada desde entonces entre críticos y académicos, de que la única literatura seria es la de corte realista; por suerte parece que vamos superando éste enfoque y volviendo poco a poco a ese otro que a mí me parece más natural qué es la búsqueda de lo especial. El otro aspecto, tiene que ver con el momento social y económico que atravesamos en el que no hay ningún tipo de seguridad, en el que la justicia no funciona y todo se presenta como un caos en el que no logramos encontrar la coherencia por ningún sitio… y los humanos tendemos a buscar esa coherencia, miras las paredes o el techo de una habitación de hotel y en las manchas tratas de ver figuras buscando inconscientemente la coherencia que, ahora mismo, ya no encontramos en ésta realidad del momento. Sin embargo, cuando entras en un mundo fantástico, paradójicamente, todas las cosas tienen su lógica y con mucha frecuencia existe la justicia o, al menos, puedes luchar por ella porque, en el peor de los casos, siempre puede haber una espada o una varita mágica con la que castigar a los villanos lo que provoca en el lector esa cierta satisfacción de entender las cosas, de que el individuo puede hacer algo… esa es una de la claves de la fantasía, el hecho de que una única persona pueda enfrentarse al mal e incluso vencerlo. Quizás todo eso, unido a la necesidad de evasión, tenga mucho que ver con el creciente interés por el género fantástico.      

Paralelamente a lo que dices sobre el fantástico, ¿podríamos hablar también de la potencialidad de la ficción especulativa como el vehículo más adecuado para afrontar las miserias de la crisis global eludiendo los lugares comunes del bombardeo mediático a los que tendría que enfrentarse un enfoque digamos más realista? Estoy pensando en novelas como Cenital de Emilio Bueso…

Magnífica novela y, sí, esa es sin duda otra de las claves; de hecho opino que la ciencia ficción actual es el único género que se está enfrentando —sin olvidarse de los grandes temas de siempre: amor, muerte, traición…— a nuestros desafíos actuales: las consecuencias derivadas de la manipulación genética, lo qué vamos a hacer cuando nuestro planeta ya no sea respirable, o el escenario de una pequeña sociedad enormemente rica frente a otra muchísimo más numerosa y cada vez más pobre compartiendo el mismo espacio… son temas muy serios y la ciencia ficción es el único género que los está tratando.  

¿Estamos ante una ramificación del género? La ficción especulativa —frente a la más clásica o a la ciencia ficción hard—  interesada no tanto en imaginar mundos lejanos en el tiempo y el espacio sino más bien en anticipar la deriva inmediata del nuestro…

Quizá sea una cuestión de intensidad. A raíz de lo que hablábamos antes, ésta literatura especulativa o prospectiva o mismamente el what if están cobrando mucha fuerza a causa de ese interés por lo que va a ser de nosotros si seguimos por éste camino… Por ejemplo en una de mis historias que más éxito ha tenido, “Mil euros por tu vida” [recogida en la colección de relatos Futuros peligros (Edelvives, 2008) y adaptada al cine bajo el título de Transfer (2010) por Damir Lukacevic], se plantea la posibilidad de poder comprar cuerpos jóvenes del tercer mundo a los que transferir tu psique cuando el tuyo esté ya al final de su ciclo, esa es la pregunta… por muchas implicaciones filosóficas que existan, ¿lo harías o no lo harías?… yo creo que sí, que todo aquel que se lo pudiese permitir económicamente acabaría por hacerlo.   

Al principio nos explicaron la “crisis” como consecuencia del pinchazo de las burbujas financieras pero… ¿no crees que lo que ahora mismo están hinchando es la propia “burbuja de las crisis”… me refiero a la sobreexposición y el fomento mediático de la paranoia para que, a base de repetir ese “eslogan” de “con la que está cayendo” acabemos tragando con todo…

Sin ninguna duda se puede decir que están utilizando contra nosotros una de las armas más antiguas del mundo: el miedo. En lugar de tener unos gobernantes que reconozcan, asuman y traten de corregir los errores, tenemos otros profundamente interesados en asustarnos y obviar el hecho de que las crisis económicas son cíclicas y que históricamente todas se han superado así que ese miedo infundido a sabiendas es la excusa perfecta para que aceptemos desde los recortes hasta desmantelamiento de todo el sistema público. 

¿Por ‘gobernantes’ te sigues refiriendo a los políticos tradicionales o a los consejeros delegados de las grandes corporaciones? Se habló de una crisis del capitalismo pero el neoliberalismo parece más desatado que nunca…

‘Gobernantes’ son los que tienen en sus manos los grandes conglomerados de comunicación, los que manejan las tramas de corrupción, los que especulan con los seres humanos como números en un balance, comprándolos y vendiéndolos o presionándolos y manipulándolos para mantener a la gente en un estado constante de terror que aprovechan para quitarles gran parte de todos los derechos adquiridos durante los últimos ciento cincuenta años. Eso es lo que más me asusta. Y no hablamos sólo de los derechos de los trabajadores sino también de los propios derechos de la mujer hasta el punto de que algunos se permiten decir que el problema del paro es consecuencia del empeño de las mujeres por formar parte del mercado laboral y que deberíamos volver a encerrarnos en casa a esperar que nos digan cuando podemos o no tener hijos. 

Cambiando de enfoque, aunque creo que en el fondo no de tema, en los Hijos  del clan rojo (primera entrega de la saga fantástica Anima Mundi) ¿podremos encontrar también ese componente alegórico de la “estructura del Mundo” de la que hablábamos? ¿Podrían entenderse  los ‘khara’ como un trasunto de esas élites finacieras y corporativas que, no cabe duda, en algún momento han ido perdiendo muchos de sus rasgos de humanidad? ¿Los acontecimientos que les esperan a los ‘haito’ podrían entenderse como una metáfora de los que estamos sufriendo a pie de calle? ¿Hasta dónde llega la doble lectura?

Absolutamente… esa era una de las cosas que quería mostrar aunque nunca de una manera, llamémosla, panfletaria: la existencia de una cierta clase de personas extremadamente discretas cuyos nombres y rostros no se conocen, que no salen en ningún medio porque precisamente son ellos los que los manejan y definen desde la posición de poder que les otorga la riqueza hasta el punto de influir decisivamente en los flujos de pensamiento de la sociedad. Sin duda eso está en el trasfondo de la novela y de toda la saga pero también quería que pudiera leerse como una novela de aventuras sin caer en el error de pretender explicarle “el mundo” al lector. Más que de doble lectura creo que podríamos hablar de distintos niveles. Por debajo de la “superficie” de la historia fantástica está ese trasfondo al que algunos lectores podrán descender y explorar y, a la vez, existe también un nivel lúdico que se percibirá con más intensidad en las siguientes entregas en el que trato los grandes enigmas de la humanidad de corte misterioso o esotérico dándoles una explicación conjunta en base a la existencia y actuación de ‘khara’. Incluso existe un nivel que yo llamaría visual de homenajes al mundo del cine en el que me sirvo de secuencias memorables de ciertas películas como modelo de mis propias escenas narrativas. Se trata en ambos casos de guiños y alusiones implícitas que funcionan como un plus para los lectores capaces de reconocerlos pero que en ningún modo interfieren en la lectura del resto porque, en el fondo, yo entiendo la literatura siempre como un juego. El carácter lúdico le es inherente.        

Siguiendo con esa idea, una de las cuestiones que más interés ha suscitado en las primeras recepciones de esta entrega inicial es la de los lectores a los que principalmente se dirige. En principio parece una literatura destinada a un público juvenil pero las cosas no suelen ser lo que parecen, ¿verdad?…

El enfoque de partida sí era esa novela juvenil y dinámica, con muchos misterios, romances y aventuras y los primeros capítulos quizás se correspondan más con ese esquema pero, poco a poco, me di cuenta de las posibilidades y ramificaciones que me ofrecía el tema y de que cada vez iba escribiendo escenas más complejas y menos “juveniles” —en el sentido que le dan los profesores o los representantes de las asociaciones de padres y madres— pero me convencí a mi misma de que esa línea era la correcta puesto que los jóvenes de hoy en día son mucho más espabilados de lo que, a veces, queremos pensar los adultos. 

No es la primera vez que  compaginas la literatura juvenil con géneros más “duros” pero, al hilo de tu respuesta, parece que se trata de un nicho de mercado tremendamente pantanoso. Ese hecho de que los intereses de los lectores y de los propios autores se den constantemente de bruces contra el rancio paternalismo tanto del sistema educativo como de la industria editorial. Se nos llena la boca hablando de “fomentar la lectura” y, sin embargo, nos rasgamos las vestiduras cuando los autores planteáis temáticas como el sexo o las drogas a un público que ya no tiene edad para seguir pensando exclusivamente en magos y piedras filosofales.

Lo que menos necesitan es que pretendamos tenerlos entre algodones sino que afrontemos directamente los temas que les preocupan; el sexo por ejemplo, antes de que la pornografía de Internet ocupe ese papel en su formación que una moral excesivamente puritana ha pretendido velarles. Si de niños se han formado como lectores pero de pronto las lecturas ya no les ofrecen lo que buscan, sin duda, lo encontrarán por otros medios y considero mucho más conveniente que lean escenas eróticas —por fuertes que sean— contextualizadas convenientemente en el desarrollo de una historia antes de confundir el sexo con la basura que muchas veces en la Red trata de hacerse pasar por real.   

¿Y qué crees que se puede hacer para superar este atraso mental y no perder el interés de esos lectores justo en el momento más decisivo de su formación? ¿O, al menos, cómo has afrontado el problema en Anima Mundi?

Como tengo la suerte de no ser mormona ni estadounidense, no he necesitado que mis personajes se pasasen tres libros esperando para acostarse juntos después de llegar vírgenes al matrimonio. Esa no es ni mucho menos la realidad y además me alegro de que así sea porque sería de imbéciles casarse con alguien con el que no sabes si te compenetras bien en la cama. Por suerte encontré una editorial que entendió esta postura como razonable pero me temo que no será tan fácil que lo hagan los institutos a la hora de recomendar la lectura de Anima Mundi. Espero equivocarme. 

Hijos del clan rojo recién salido y aún calentito en las librerías en una edición, además, tremendamente cuidada y atractiva o, si los lectores lo prefieren, en ebook a un precio creo que muy razonable para una edición electrónica; la segunda entrega —Hijos de Atlantis— en manos ya de la editorial y prevista para el otoño y amasando ahora mismo la tercera entrega que saldrá, si todo va bien, en la primavera del próximo año, ¿verdad?… Así que dinos, ¿qué vendrá después de Anima Mundi? ¿Hay algún subgénero fantástico o especulativo al que Elia Barceló aún no le  haya dado su sello personal?

La verdad es que me quedan muy pocos géneros que tratar. Lo que no he hecho nunca, ni entra en mis planes, es novela rosa, del oeste o pornográfica. El resto de géneros más o menos los he tocado todos y lo que siempre me ha gustado es mezclarlos. Tengo dos ideas muy claras: por un lado una nueva novela de corte juvenil en una única entrega y, por otro, una más adulta en la que retomo mi línea de misterios históricos, en éste caso de la España de ochenta años atrás, y la manera en la que resurgen e influyen en el presente.

Escribo sobre lo que escriben los demás. Y les pregunto a los demás sobre lo que escriben.

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