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Los niños felices de Katie Hurley

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“We don’t need no education. We don’t need no thought control. No dark sarcasm in the classroom. Teachers leave them kids alone”. (‘Another Brick In the Wall’, Pink Floyd).

Conocí a Katie por pura casualidad. Aunque, parafraseando el soniquete favorito de Sánchez Drago, “todo está en los niños”, no fue la intención de criar niños perfectamente adaptados a un entorno perfectamente imperfecto lo que me llevó a ella sino un artículo del Huff en el que hablaba a las claras del suicidio. Robin Williams acababa de abandonar el edificio por su propia voluntad y Hurley despachó un texto valiente, probablemente incómodo para esa mayoría que prefiere silenciar la segunda causa de muerte no natural entre los jóvenes; pero ella se abría el pecho en canal y miraba cara a cara al tabú. Mera deformación profesional; como terapeuta infantil sabe que las cosas hay que hablarlas, airearlas.

Después la googleé. Me sobrepuse al marco edulcorado de su web, practicalkatie.com, al recelo que siempre provocan en los escépticos profesionales libros con títulos como The Happy Kid Handbook (Tarcher Perigee, 2015), las generalizaciones, los manuales de uso y el pragmatismo de informercial made in USA. Lo que funciona en el sur de California no se puede extrapolar a más de mil kilómetros a la redonda, pero hay cuestiones universales que merecía la pena poner sobre el mantel. Al fin y al cabo, sí, todo está en los niños. Los traumas adultos hunden sus raíces, profundas, en la infancia. Incluso los traumas del actor más famoso del mundo que tenía el mundo a sus pies.

No se trataba tanto de aprender cómo hacer crecer un árbol, se trataba de obtener algunas claves sobre cómo no hacerlo crecer. Esa era la idea. Y esta es Katie Hurley:

Estoy seguro de que la mayoría de la gente te pregunta si tus métodos, tus consejos, te funcionan con tus propios críos. Creo que tienes dos…

Sí, dos. Pero lo más importante a tener en cuenta es que cada niño es diferente. Tienen personalidades diferentes y manejan sus problemas desde perspectivas diferentes. ¿Funcionan mis estrategias en mis propios hijos? ¡Claro! Pero cada uno prefiere estrategias diferentes.

¿Como por ejemplo?

Pues… Mientras mi hijo necesita más tiempo para procesar sus sentimientos antes de hablar de ellos, mi hija necesita que esté más pendiente de ella a lo largo del día. Hay infinitas variables en esto de ser padres, pero sintonizar bien con las necesidades específicas de cada niño nos capacita para ayudarles de una forma más positiva.

¿Se tienen hijos por las razones correctas? Es es una opinión muy personal, pero a veces me da la sensación de que hay quien tiene hijos sólo por inercia, o para llenar algún tipo de vacío.

Yo no comparto ese punto de vista. Yo creo que la mayoría de la gente trae hijos a este mundo por amor. Tú pareces referirte más bien a ese concepto de perfección que vemos en las redes sociales, donde la gente enseña sólo su mejor perfil. Podemos hablar de autoestima o del miedo a compartir nuestros fracasos, pero no creo que la gente, al menos la inmensa mayoría, tenga hijos para llenar un vacío o para camuflar sus fracasos.

¿Cómo de delgada es la línea entre proteger y sobreproteger?

Hay que hacer muchos equilibrios, eso seguro. El panorama de nuestros miedos ha ido cambiando con las épocas, y los padres se preocupan, como es normal. Pero siempre les animo a que tengan esto en mente: “No le des al niño las cosas hechas, guíale y deja que las haga él”. Todos necesitamos amor y apoyo, pero si hacemos las cosas que les toca hacer a ellos, como los deberes, les estamos privando de la oportunidad de desarrollarse plenamente. Dicho esto, si a tu hijo se le olvida el almuerzo y se lo llevas al colegio no es ser sobreprotector, es ser buena persona. (Risas)

¿Tu libro funciona igual para un niño de Madrid que para uno de San Diego?

Las estrategias que describo en el libro están diseñadas para ayudar a todos los padres. Como te he dicho antes, no todas las estrategias funcionan con cualquier niño, pero todos los niños tienen que afrontar tarde o temprano el estrés o la angustia, y es importante enseñarles a autocontrolarse. Cuando empoderamos a los niños para que lidien con sus emociones, les estamos encarrilando hacia un futuro más luminoso. Así es como fomentamos su confianza en sí mismos y su independencia.

¿Tendemos a pensar que los padres de nuestros padres estaban mejor entrenados en esto de criar hijos?

No creo que tenga mucho sentido decir que las generaciones anteriores sabían mejor cómo hacer las cosas. ¡Hubo una época en la que los niños trabajaban en fábricas!

Sí, pero, como dirían nuestros abuelos: había menos tonterías. Quizá por eso mismo, porque hasta los niños tenían que ir a trabajar.

Pero cada generación tiene que afrontar sus propios conflictos. Mi abuelo no tuvo que leer en el periódico cada semana, o varias veces por semana, noticias sobre tiroteos, masacres en colegios… Pero sufrió la Gran Depresión. Cuando categorizamos una generación como mejor o peor estamos centrándonos en los aspectos negativos. Lo que hay que hacer es aprender del pasado para crear un futuro positivo.

The Happy Kid Handbook en las calles.

The Happy Kid Handbook en las calles.

The Happy Kid Handbook (“El libro de cabecera del niño feliz”). Me pregunto si no será ese concepto de felicidad lo que separa a los niños de hoy de la generación de sus bisabuelos. ¿Vivimos en una sociedad que se niega a sufrir, a aceptar el dolor? Una sociedad que oculta el dolor.

Pon las noticias u ojea en las redes sociales y verás que hay bastante sufrimiento cada día.

Lo hay, pero, ¿hablamos de ello? De nuestros demonios, de nuestro propio sufrimiento.

En cierto modo creo que somos menos reacios a compartir nuestros sentimientos o nuestras pérdidas que las generaciones anteriores. Por ejemplo, postea algo sobre un amigo enfermo o sobre algún familiar en Facebook y enseguida recibirás un montón de muestras de apoyo y cariño. Gente que quiere ayudar a otra gente en momentos difíciles. Lo que no hacemos bien es enseñar a los niños a gestionar sus sentimientos. Nos preocupa que se cojan una rabieta o que nos rechisten, pero nos equivocamos si no nos paramos y pensamos que los comportamientos negativos llegan cuando los niños están sobrepasados por las emociones negativas. Hay que alentar a los niños a sintonizar con sus emociones, y hay que enseñar a los adultos –padres, profesores, abuelos- a apoyar a los niños cuando experimentan esos sentimientos. Ni podemos arreglarlo todo ni podemos hacer felices a nuestros hijos con una varita mágica, pero podemos brindarles apoyo y marcarles el camino.

Si ponemos en perspectiva lo que la mayoría de la gente entiende por felicidad, hay una gran parte de la población mundial que está lejísimos de alcanzar esos estándares.

En el libro hago especial hincapié en redefinir lo que es la felicidad. La felicidad no tiene que ver con acumular objetos o experiencias. La felicidad consiste en aprender a sobreponerse a las malas experiencias y centrarse en lo positivo, incluso cuando sientes que todo está en tu contra.

Tú misma pasaste por momentos muy dramáticos en tu vida. ¿Cuándo decidiste ser feliz? ¿Cómo te las arreglaste?

Bueno, yo supe que quería ser psicóloga infantil cuando tenía 15 años. Esa necesidad de querer ayudar a los demás me mantenía con los pies en el suelo y fue lo que me ayudó a ver la luz cuando llegaron malos tiempos. Cuando mi padre murió, volver a trabajar con niños, ayudarles a afrontar sus sentimientos y sus experiencias, fue lo que lo que me devolvió la esperanza. La compasión y la empatía pueden ser unos salvavidas tremendos.

Hay campañas contra el cáncer, contra el colesterol, contra la falta de calcio. Contra o a favor de casi todo. Pero muy pocas sobre higiene mental. No parece ser una prioridad para los gobiernos, ¿no?

En primer lugar, no lo es para nosotros mismos. Somos reticentes a discutir temas de salud mental durante la cena, y eso es un error gigantesco. Hay muchísima gente en todo el mundo que sufre depresiones, o que sufre de ansiedad, o cualquier otro trastorno mental. Deberían poder hablar libremente de lo que les está pasando sin el temor a que quien les escucha salga huyendo. La gente no sabe qué decir en estos casos, así que no dicen nada, pero esto lo único que hace es ahondar en el estigma. Has mencionado el cáncer, y hubo un tiempo en que no se hablaba del cáncer tan abiertamente, pero ahora todos hacemos piña con los amigos y los seres queridos que están en tratamiento. Mi esperanza es que la gente empiece a hablar más abiertamente de los problemas mentales, pero va a hacer falta allanar bastante el terreno.

¿Cuál es el mejor consejo para quien quiera ayudar y no sepa cómo?

Algo muy sencillo y que marca la diferencia de una forma que ni te imaginas: escuchar a la otra persona y responder con palabras amables.

¿Es más complicado ser terapeuta de niños que de adultos? Para empezar, los adultos eligen libremente acudir a terapia, los niños no.

No creo que sea más difícil trabajar con un sector de la población que con otro. Tengo tantos amigos, gente que me inspira de verdad, que trabajan con personas de edades tan distintas, que están especializados en áreas tan distintas… Para serte sincera, cualquier paciente puede ser difícil de tratar. Da igual la edad que tenga. Yo trabajo con niños porque, por alguna razón, conectan conmigo con facilidad. Incluso cuando era niña conectaba muy bien con niños más pequeños que yo.

¿Cuál es la parte más dura del trabajo?

Lo más duro es que no sé desconectar. Paso muchísimo tiempo pensando en esos niños y en cómo ayudarles. Es duro cuando no dejas el trabajo a un lado en el momento en que cierras la puerta del despacho. A veces se me ocurren cosas, me vienen ideas a la cabeza, cuando estoy a punto de quedarme dormida. Si trabajas con niños o adolescentes quieres estar ahí para ayudarles. Siempre. Quieres decirles que todo va a mejorar. Pero necesitan descubrirlo a su ritmo.

¿Por qué los críos son más reticentes que los adultos a hablar de lo que sienten?

Los adultos tienen de su parte el tiempo y la experiencia, así que suelen minimizar los sentimientos que los niños sí que expresan. Dicen: “oye, no te preocupes por eso, que no tiene importancia”. O “la próxima vez esfuérzate más”. El problema es que esos sentimientos y esos miedos son grandísimos en los niños. Los adultos van con muy buenas intenciones, pero a menudo la reacción más inmediata, ese “no te preocupes por esa tontería”, hace que los niños se guarden lo que sienten por miedo a que los ignoren o a que alguien minimice sus problemas.

¿Esto afecta al bullying? ¿También creen que si hablan de ello alguien minimizará el problema?

El bullying es un tema totalmente distinto. Lo más habitual es que los niños teman que el acoso empeore si lo cuentan. No hablan de ello porque creen que es más importante protegerse antes que enfadar a quien les acosa.

Katie en televisión.

Katie en televisión.

Cuando se habla de educación, de Educación con mayúscula, parece que quisiéramos que el Estado o el colegio educaran al niño. Si el niño o el adolescente tienen problemas de conducta, es cosa del “sistema”. ¿Lo es?

La educación es un tema muy complejo. Desde luego que los niños deberían aprender a socializar y a comportarse en sus casas, pero no todo el mundo puede dedicarles el día entero y, además, socializan mucho mejor si están con otros niños. Si hablamos de los Estados Unidos, la caída libre en que se encuentra la educación –me refiero a los aspectos académicos- es un problema gordísimo. Por ejemplo, la guardería solía ser ese sitio donde los niños muy pequeños aprendían a relacionarse con otros niños de su edad, y así se preparaban para el colegio. Ahora nada más que se preocupan por enseñarles a leer y a hacer tal o cual actividad, a perfeccionar sus aptitudes. Las que puedan tener con dos años. Como si fueran máquinas o programas de ordenador.

¿Ese sistema educativo es compatible con las teorías de Katie Hurley o con sus preferencias a la hora de criar a un niño?

Mi opinión personal es que, en este sentido, hay que volver al pueblo. Padres y profesores no deberían ni estar enfrentados ni hacer cada uno la guerra por su cuenta, deberían ser un equipo bien dispuesto para ayudar al niño a desarrollarse. Me consta que hoy en día los profesores en Estados Unidos soportan un estrés enorme, y cuando convertimos la labor docente en una montaña de problemas, todos perdemos. Porque los profesores son la gente más entregada y más buena que conozco. Habría que estarles agradecidos y apoyarles constantemente.

Niños e internet. ¿Qué hacemos con esto?

En Estados Unidos, en Europa, en Japón, muchos colegios utilizan desde hace tiempo ordenadores o tablets en las clases. Es el mundo en el que van a vivir y sería absurdo remar contracorriente. Lo más delicado es enseñar a los niños a conservar un equilibrio entre la tecnología y la naturaleza. Tenemos que hablar con ellos, sin cortapisas, y contarles qué hay de bueno y qué hay de malo en la tecnología, qué consecuencias trae depender demasiado de ella. Me encantaría que en los colegios incorporaran esta filosofía a la hora de darles a los niños un iPad y enseñarles a utilizar una app de matemáticas. Antes de hacer eso podrían comenzar con lecciones sobre un uso inteligente de las tecnologías.

Pero digamos que somos feroces enemigos de la tecnología, o de cualquier otra cosa que esté implantada en el núcleo mismo de nuestras sociedades. ¿Se puede convencer a un niño para que no haga lo que ve que hacen todos los demás?

Mis hijos nunca han jugado al Mine Craft. Sé que ese juego tiene algunos beneficios educacionales, pero yo prefiero la naturaleza; papel, lápiz y libertad. Hablamos de ello, porque sus amigos sí juegan a ese y otros juegos, pero a ellos les da igual. De verdad, les da igual. Prefieren perderse en un mundo de animales de peluche o jugar al aire libre. Lo prefieren de largo, vamos. No es tan difícil hacer las cosas a tu manera. Como les digo a mis hijos: “todas las familias son diferentes, y esto es lo que nos funciona a nosotros”. Ahora, venga… ¡A jugar al jardín! (Risas) Eso es lo que los niños necesitan.

 

Traductor, periodista a regañadientes, copywriter. Quizás nos encontremos en Esquire, Vice, JotDown o en Miradas de Cine. Como me sobra el tiempo, edito Factory.

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