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Marissa Nadler: “Uno de mis mayores temores es perder la habilidad para escribir canciones”

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Si Marissa Nadler hubiera estado entre las sirenas que tentaron a Ulises, probablemente el de Itaca nunca hubiera vuelto a los brazos de Penélope. Marissa y su voz, Marissa y sus atmósferas nebulosas ejercen una fuerza de atracción en el oyente difícil de resistir. Aunque no hay necesidad de ello. No hay necesidad de luchar contra la dulce llamada de su “Little Hells”, cuarto LP de esta veinteañera de Massachussets, que nos transporta una y otra vez a otros mundos, imaginarios o no. Si nada se tuerce, a finales de año podremos disfrutar de sus pequeños infiernos en carne y hueso.

¿Cuáles serían esos ‘pequeños infiernos’ de los que habla en su nuevo disco?

Son pequeños momentos de desesperación, supongo. La frase nació en mi subconsciente y no fue hasta que el disco estuvo terminado que me di cuenta de lo que significaba. Cada canción, pensé, documentaba un período más bien sombrío de mi vida. Cuando empecé a investigar acerca de la frase “pequeños infiernos” sólo encontré referencias a cierto fenómeno geológico en el que géiseres de agua hirviendo causan terremotos devastadores y letales. El sentimiento que me lleva a escribir canciones a menudo se parece a cuando la tierra está a punto de explotar.

¿Y qué hay de los ‘grandes infiernos’? ¿Cuáles serían los grandes infiernos de Marissa Nadler?

Uno de mis mayores temores, o de los mayores infiernos imaginables, si quieres llamarlo así, es que perdiese la habilidad para escribir canciones y cantar. Es lo que le da consuelo a una mente siempre cargada de pensamientos y a un mundo que se muere. Sólo hay otra cosa que me calma, y es el amor.

¿Le presta atención a las etiquetas que le ponen a su música, como dream-folk, dream-pop, etc.?

Apoyo totalmente la idea de que mi música es como la de un sueño. Me esfuerzo en crear atmósferas en mi música. Es como estar atrapada en una especie de pesadilla a lo David Lynch.

Poco a poco ha ido vistiendo sus canciones con más arreglos e instrumentos. ¿Ha sido una pulsión o un capricho?

No se puede hacer el mismo disco cinco veces seguidas. Era hora de arriesgarse.

Hablando de etiquetas, ‘gótico’ es una palabra que habitualmente se asocia con su arte. ¿Por qué esa insistencia en definirla como artista gótica?

Porque en la música moderna a menudo es tabú hablar de la muerte en una canción. La gente coge las etiquetas y las pegan por ahí sobre cualquiera. Yo sólo me centro en componer.

De todas formas, ‘gótico’ es un término que siempre conlleva una cierta confusión, al menos en lo musical. Artistas tan diferentes y aparentemente con tan poco en común como Diamanda Galás, Bauhaus o incluso Evanescence son catalogados de góticos…

Lo gótico puede referirse a una cierta sensibilidad que no implica salir a la calle con collares de pinchos y maquillaje funerario. Por ejemplo, el término ‘gótico’ puede referirse a cualquier cosa que vaya desde la arquitectura medieval a cierto tipo de literatura del siglo XIX.

¿De dónde vienen todos los personajes que imagina para sus canciones?

Si te contase eso destriparía todo el misterio que hay detrás de lo que compongo. No creo que importe que la gente sepa de dónde vienen los personajes; si son reales o imaginarios, o una amalgama de ambos mundos creados para transmitir algo a través de la música.

¿Es difícil combinar ese espíritu de trovador que hay detrás de sus canciones con la era del iPhone?

Sí y no. El vinilo, por ejemplo, está volviendo con fuerza, porque la gente quiere tener el objeto en sí, no sólo un mp3 enlatado. Hay artistas independientes, como Grizzly Bear y Neko Case, que han empezado a entrar en el Billboard, demostrando que hay gente que quiere apoyar la música que está anclada en la tradición y en las raíces, esté o no barnizada de modernidad.

Ha estudiado pintura, encuadernación, ilustración… y al final la música la atrapó. ¿La música llena su sed de arte más que cualquier otra cosa o es simplemente aquello para lo que se siente más capacitada?

Creo que la música es lo que mejor me va por su inmediatez a la hora de la descarga emocional. La pintura, por ejemplo, es algo más laborioso.

“Little Hells” se editó en marzo, pero ya está trabajando en nuevas canciones. ¿Están inquietas las musas últimamente?

Nunca paro de trabajar. Nací con este ímpetu por hacer cosas y, para serte sincera, no puedo quedarme quieta ni un segundo.

Traductor, periodista a regañadientes, copywriter. Quizás nos encontremos en Esquire, Vice, JotDown o en Miradas de Cine. Como me sobra el tiempo, edito Factory.

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