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Mona Achache: “Cuando era pequeña tenía un mundo interior muy desarrollado”

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La protagonista de las siguientes líneas, Mona Achache, vio la luz en París un 18 de marzo de hace no demasiados años. Niña inquieta y precoz, como ella misma confiesa, nunca fue una ratita de cineclub, pero ha terminado codeándose con los cineastas más selectos de la vecina Francia merced a una ópera prima,“El erizo”, que ha emocionado a propios y extraños en los cinco continentes. Su adaptación de la novela “La elegancia del erizo”, de Muriel Barbery, destila inteligencia y fantasía, filosofía de la que no se aprende en los libros y mucha ternura, y humor, un agudísimo sentido del humor –todo lo que el cuerpo necesita, que diría uno de los rebeldes de Matrix-. La sutileza de Mona al trasladar a la pantalla una historia tan compleja y tan rica en todos los sentidos como la de esa pre-adolescente superdotada que, a los 12 años, ya se ha hartado del mundo, la ha convertido ipso facto en un nombre a tener muy en cuenta dentro de la ya de por sí plena en talentos escena gala.  Con ella despejamos algunas dudas sobre su Paloma Josse, nos deshacemos de unos cuantos tópicos sobre el cine francés y, sobre todo, disfrutamos charlando con una mujer cercana a la que le apasiona su trabajo.

No hace mucho que ha estado en China, supongo que presentando “El erizo” por allí. Aunque sea su primera película y eso haga todos estos ‘sacrificios’ más llevaderos, ¿cómo se toma eso de seguir hablando de un trabajo que realizó hace casi dos años? 

Pues en realidad es algo muy gratificante. El estreno en Francia sí que me supuso estrés, porque les pasa a todos los directores que presentan su trabajo por primera vez. En cambio después de un tiempo la cosa se hace más divertida,  ya no sufres toda esa presión, y los viajes al extranjero resultan ser de lo más instructivos, porque descubres cómo gente de otros lugares viven tu película.

La historia de “El erizo” es tan rica, en todos los sentidos, que muchos directores matarían por dirigirla. Ahora bien, ya que iba a ser su primer largometraje, ¿qué parte de la novela en concreto le cautivó para decidir que esa era la historia con la que iba a debutar?

Lo que me cautivó de la novela fueron sin duda Renée, Paloma y Kakuro, los tres personajes principales. Son gente muy atípica y hay algo poético en la historia de su encuentro.

¿Le llevó mucho dar con Garance Le Guillermic (Paloma)? ¡Es un genio! Uno tiene la sensación de que ella, la actriz, es tan superdotada como el personaje que interpreta…

La verdad es que tuve mucha suerte al encontrarla. Necesitaba una niña con mirada madura y esto no se inventa.  Me vi alrededor de doscientos vídeos con diferentes actores, pero cuando Garance apareció fue como un milagro, supe en un segundo que era la persona perfecta para este papel. Tiene una forma muy tierna de expresar su inteligencia, no es para nada arrogante o pretenciosa, y eso que el texto no era nada fácil.

Hay un error muy recurrente en las películas adultas que tratan con o sobre niños, y es que se les suele otorgar a los pequeños la lógica de las personas mayores. En “El erizo” ocurre casi lo contrario: Paloma es más inteligente que cualquiera de los adultos que la rodean, pero en el fondo, su falta de experiencia en la vida hace que su lógica siga siendo la de una niña. ¿Está de acuerdo?

Totalmente, no hubiera podido expresarlo mejor. Cree estar en posesión de la verdad pero, como la mayoría de  los niños, es capaz de sorprendernos en cualquier momento.

Ha comentado acerca de Paloma que se siente más cercana a su personaje que al de la portera, porque usted también tenía esa mirada cínica ante la vida. ¿Se refería a cuando usted misma era una cría? ¿Acaso puede existir el cinismo en los niños?

No sé si lo llamaría cinismo… Es una mirada bastante dura, a veces incluso inflexible. Una interpretación un poco radical de la vida, pero bastante soñadora a la vez. Esa es la ambivalencia de Paloma. Cuando era pequeña tenía un mundo interior muy desarrollado, me sumergía en él y me aislaba de todo lo demás. Me veo reflejada en la niña que es Paloma, pero al mismo tiempo me siento muy cercana al personaje de Renée (Josiane Balasco). Creo que todos tenemos cosas que queremos ocultar, y su papel habla de las mujeres en base a unos conceptos con los que estoy muy sensibilizada: la soledad, la feminidad o la no feminidad…

No sé si al terminar de leer “La elegancia del erizo” le sucedió lo mismo que a servidor cuando terminé de ver “El erizo”: me sentí inquieto por el futuro de Paloma. ¿Cómo será cuando tenga 30 años? A ella le gustaría ser como su portera, una misántropa que disfruta en secreto de sus libros y sus secretos, pero está claro que, aunque sólo sea por su estatus social, Paloma tendrá que salir al mundo… ¿Cree que alguien así puede ser feliz en un mundo como este?

Lo que realmente cuenta la película es que, al encontrarse, se aportarán mutuamente cosas fundamentales que les van a enseñar a afrontar la vida. En el fondo, René y Paloma son dos mujeres que tienen miedo del mundo. Una decide huir –Paloma, que quiere suicidarse- y la otra, Renée, elige pasar su vida escondida. Lo bello del encuentro es que les va a transformar y a cambiar su percepción del mundo. Después de su encuentro con Reneé la disposición de Paloma ante la vida habrá cambiado.

No sería mala idea retomar el personaje de Paloma de aquí a unos años. ¿Se lo plantea? ¿Ha llegado a hablarlo con Muriel Barbery, la autora del libro? Por cierto, ¿qué le pareció la película?

No, para nada. Lo que me interesa es Paloma ahora, no dentro de 20 años. En cuanto a la opinión de Muriel, habría que preguntarle a ella directamente.

Habiendo conseguido aplausos por parte de crítica y público con su primera película, ¿se hace más complicado encarar un nuevo proyecto? ¿Siente presión en ese sentido?

Creo que lo que he vivido con “El Erizo” me ha reforzado a la hora de afrontar los próximos trabajos. Cada película genera su propio montante de angustia al director, y hacer un largometraje siempre conlleva mucha presión, pero es muy gratificante  a la vez. Ahora estoy trabajando en dos proyectos: una comedia sentimental y un drama, una historia entre tres generaciones de mujeres. Son proyectos completamente diferentes.

Lo de “Edén al oeste”, la última película de Costa-Gavras, en la que tiene un pequeño papel, ¿ha sido más bien como un cameo, algo entre amigos, o también le seduce la interpretación?

Un poco todo. En principio fue como un guiño entre amigos, porque conocía muy bien al equipo de rodaje, pero también me interesa actuar, aunque es un papel muy pequeño. ¡No sé si se puede llamar papel! (Risas) Diría que fue más bien una gran figuración.

¿Está de acuerdo con aquella afirmación de su paisano Godard de que “el cine es la realidad a 24 fotogramas por segundo”?

Sí, y también es una forma de interpretar la realidad; es interesante ver cómo cada realizador interpreta la realidad. Evidentemente, Godard tiene razón… ¡quién soy yo para quitarle la razón a Godard! (Risas)

Desde España siempre miramos con envidia la buena salud del cine francés. Se habla del proteccionismo del Estado, de cómo París mima a su cine. Probablemente, si dejamos Bollywood al margen, Francia es la tercera potencia cinematográfica mundial, por detrás de EEUU y Gran Bretaña. ¿Cuál es el secreto del cine francés? Porque aquí tampoco faltan las subvenciones y sin embargo nuestra industria está en crisis perpetua…

Es verdad que tenemos  suerte, aunque a veces las cosas siguen siendo difíciles. Aquí reivindicamos nuestros derechos, nos manifestamos, salimos a la calle, y el estatuto de los intermitentes tiene mucho que ver con eso. Es el fruto de una gran batalla que pelearon y ganaron los artistas. Por otro lado tenemos una cantidad importante de subvenciones. Hay películas más comerciales que funcionan bien en taquilla y hacen posible que la industria sobreviva al tiempo que nos podemos permitir hacer películas más complejas y mucho menos taquilleras. Se ruedan más de doscientos largos al año, que es una cifra importante, pero a pesar de eso, y aunque me haya dado cuenta al viajar a otros países que en Francia somos unos privilegiados, sigue habiendo muchos realizadores que no pueden dar forma a sus proyectos por falta de financiación.

¿Y cuál sería el punto flaco del cine francés? Tradicionalmente se le ha reprochado su esnobismo, aunque no estoy seguro de si quienes defienden esa postura están pensando en el cine francés o en los franceses en general…

Es imposible definir la cinematografía de un país con un solo adjetivo. A veces es complicado incluso etiquetar a un director en concreto, ¡así que imagínate hacerlo con todo un país! A menudo escucho eso de que “esta película es típicamente francesa”, pero no sé lo que quieren decir. Creo que de Francia salen películas muy diferentes. Por supuesto, muchas pueden tener elementos comunes, pero siempre hay distintos enfoques, distintos registros. Quienes dicen que el cine francés es esnob, quizá sea porque sólo tienen acceso a películas que pueden darles esa impresión, pero es una visión muy sesgada de la realidad.

¿Qué cine le ha influido más a usted? ¿La Nouvelle Vague, Hollywood, el asiático?  

Me gustan películas muy distintas, ya sean francesas, americanas, españolas o asiáticas. Cada realizador tiene su propio bagaje y el mío no fue demasiado cinéfilo. Al final, me doy cuenta de que las grandes influencias cinematográficas me han llegado a través de gente que he conocido, incluso de parejas que he tenido y que venían del mundo del cine. Poco a poco me fueron transmitiendo esa pasión y me enseñaron a ver cine de todo el mundo.

¿Por qué se sataniza tanto a Hollywood? Al fin y al cabo, es muy posible que no existiera el cine tal y cómo lo conocemos sin Hollywood… 

No sé si el cine de Hollywood tiene tan mala reputación; quizás en España tenga peor prensa que en Francia. Desde luego, cuando aquí vemos llegar la típica superproducción hollywoodiense también pensamos: “¡madre mía!”. Tienen mucho poder, unos medios impresionantes comparados con la mayoría del cine europeo, pero lo mismo se podría decir del cine francés, así que no se debe generalizar. Hay películas americanas independientes que tienen una importancia capital en la historia del cine. Lo que es evidente es que ese cine es el que trae el dinero a las salas y sin él habría un agujero financiero enorme en la industria. La parte negativa son las dificultades con las que te encuentras si resulta que tu película se estrena en la misma semana que una superproducción, porque no quedará una sola sala libre  donde proyectarla. Es complicado, pero así funciona este negocio. Hay que convivir con eso.

¿Se identifica con aquellos que desprecian el cine meramente lúdico? Como si cada expresión artística, y esto lo podemos extender a la música o la literatura, hubiera de tener siempre un fin metafísico… 

Tengo que reconocer -y quizás aquí sí que esté siendo esnob- que a veces sólo necesito ver el póster de una película para decidir que no voy a verla. Eso para mí no es cine, sólo diversión; pero nunca me atrevería a condenarlo, porque hay mucha gente que lo disfruta. Lo bonito es cuando se consigue unir arte y entretenimiento, y eso es lo que me gusta de “El erizo”. Hay muchos sentimientos en liza, una historia de amor, personajes con los que nos identificamos… Hace que nos sintamos bien, y eso se puede meter dentro del saco de la ‘diversión’, pero al mismo tiempo va más allá y tiene ese punto poético y reflexivo. De nuevo, no hay que generalizar. Una película meramente lúdica no es siempre mala, y una película de las llamadas ‘inteligentes’ no es necesariamente aburrida. A veces pueden ser ambas cosas, divertidas y reflexivas.

¿Qué le hizo decantarse por el cine y no por otra disciplina? A diferencia de los escritores, los músicos o los pintores, los directores de cine siempre están expuestos a que su trabajo quede arruinado por el trabajo de terceros: un actor que no responde a las expectativas, un director de fotografía que no acaba de comprender tu visión de la película, un mal montador… 

En principio es esa dificultad lo que me apasiona. Después de todos esos momentos de soledad y reflexión que conlleva la escritura del guión, después de darle forma en tu cabeza, visualizarlo todo y decidir cómo será la película, tienes que ser capaz de transmitir tu visión a los demás y saber cómo utilizar su talento. Es esa parte lo que más me interesa de la profesión.

Ante todo un director de cine ha de ser, pues, un buen comandante. ¿Le gusta eso de mandar? Ser ‘el jefe de todo esto’, que diría Von Trier…

Es cierto que hay un poder implícito en la figura del director, porque hay que dirigir a un equipo, todo el mundo te consulta y tienes que tomar todas las decisiones. Pero siempre me ha molestado un poco esto de las jerarquías, incluso cuando era sólo una meritoria me gustaba hablar de la misma forma a todo el mundo, a los actores principales, a los directores, a los asistentes… Para mí existe un intercambio humano que está por encima de todo lo demás. Creo mucho en la fuerza del equipo y en la idea de que un actor o un técnico van a darte mucho más si se sienten queridos y si todo se hace dentro de una relación de amistad y confianza. Sería incapaz de obtener cosas por la fuerza. Para “El erizo” quería crear un ambiente cálido entre la gente. Era muy importante para la historia. Puede que en otro rodaje el ambiente tenga que ser más estricto y serio, pero en este caso estoy convencida de que el buen rollo ha influido mucho en el estado de los actores, en su interacción, y en el resultado final.

Terminemos  esta entrevista con Paloma Josse. Se lo merece. ¿Qué consejo le daría a una niña como ella?

Le diría que se tomase todo el tiempo que necesitara para pasar por ese período de su vida en el que se encuentra. Que no se salte etapas, que sea muy paciente.

con la colaboración inestimable de Carole S.

Traductor, periodista a regañadientes, copywriter. Quizás nos encontremos en Esquire, Vice, JotDown o en Miradas de Cine. Como me sobra el tiempo, edito Factory.

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