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Neil Gaiman: “Soy un escritor inglés pero, en cierta medida, también americano”

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Hace muchos años, tantos que es imposible imaginarlos, un novelista escribió “vivimos como soñamos, solos”. Frase tremendista e impactante, anunciando nuestra existencia como un soliloquio, sin empatías que valgan para salvarnos de la misma suerte que nos espera al final del camino. También podemos guiarnos por una visión más romántica, al estilo inglés, y, sin dejar de lado la, a veces, depresiva realidad, escurrirnos en un viaje onírico con una pizca de esperanza e ilusión. Bajo esa premisa se enmarca el trabajo más célebre de Neil Gaiman, la serie “The Sandman”, por el que será recordado y que, en cierta medida, ha ensombrecido el resto de su obra. Recuperando y reescribiendo leyendas antiquísimas, trasladándolas en su trama al mundo moderno, unido a talentosos dibujantes como Dave McKean, “The Sandman” creó un punto y aparte en el mundo del cómic. Antes, durante y después del hombre de los sueños, Gaiman ha ejercitado el mundo del periodismo y de la prosa. Creador de un universo único, entre la fantasía y el horror, las emociones y el pensamiento dubitativo, al británico se le puede achacar que ha terminado siendo una copia de sí mismo (de todas maneras, quién mejor que él para hacerlo), pero ese mismo hecho lo dignifica como un clásico en vida, forjador de estilo y señor de muchas ojeras en millones de lectores repartidos del planeta Tierra. “Where’s Neil when you need him” cantaba Tori Amos en “Space Dog”. No os lo preguntéis más, aquí está Mr. Gaiman.

Tu trabajo es la perfecta conjunción entre la literatura tradicional inglesa y ciertos rasgos de la cultura norteamericana moderna ¿Cómo has llegado a eso?

Bueno, no es que uno se siente y lo haga como una obligación… En mi caso, cuando era pequeño, con nueve o diez años, asistí a un colegio en el que había una biblioteca maravillosa. Se ve que, por la razón que fuese, consiguieron dinero para comprar libros nuevos allá por el 1910, y después en 1930, así que con sólo nueve años me encontré leyendo obras, como las de Chesterton y Edgar Wallace que hoy en día sólo están al alcance de verdaderos expertos en literatura. En ese sentido tuve mucha suerte, porque fue como recibir un curso intensivo de vieja literatura inglesa.

¿Y qué me dices de Estados unidos? ¿Qué es lo que te atrae de esa sociedad?

Es curioso, porque si me fijo en mi obra me doy cuenta de que la cultura americana que muestro en ‘American Gods’ es muy diferente de la que aparece en ‘Sandman’. La cultura de ‘Sandman’ es la percepción que tenemos desde fuera de América, la percepción de alguien que no ha estado nunca allí.La gente llega y me dice ‘¿cómo puedes escribir sobre Nueva York si no vives en Nueva York?’. Yo les digo que no vivo allí, pero puedo escribir un Nueva York igual que alguien de San Francisco que nunca haya vivido en Nueva York. Porque la América de ‘Sandman’ es la América con la que nos seducen los medios, la de las películas, la de los libros… Es tan sólo un paisaje, como podría haber sido Nueva Orleans o Los Ángeles, sin embargo, cuando hice ‘American Gods’ había estado viviendo en América, y me fascinaba, pero entonces no eran cosas que hubiera visto en las películas…

La América real…

No sé si es la América real, pero es una América real. Quería escribir sobre ella y describírsela a otra gente.

Edgar Allan Poe nació en Boston, pero su obra es muy romántica, a la manera inglesa. Realizó una especie de viaje diferente al tuyo, justo al otro lado, aunque con muchas similitudes.

Bueno, no sé si es así. Estoy en una situación un poco extraña para hablar de eso, porque soy un escritor inglés y, al mismo tiempo, en cierta medita, también lo soy americano. Honestamente, me da igual lo que sea un escritor norteamericano. A pesar de eso, desde mi punto de vista no creo que tenga nada americano mi literatura. América es simplemente un país y me gusta la gente americana. De todas formas, el lenguaje funciona a veces como una laguna; como cuando dos zonas de un mismo lago quedan separadas porque el área que las unía se ha secado, y entonces los peces en cada una de ellas evolucionan hasta convertirse en especies diferentes… Y creo que de ve en cuando eso ocurre también con los idiomas, y con los escritores. Por eso a veces, en las traducciones, puedes traducir el grueso de la historia, pero no el verdadero lenguaje.

Eso es cierto.

Sí. A mí me llegan copias de mis novelas traducidas de todas las partes del mundo y, por ejemplo, he visto ediciones de ‘Los hijos de Anansi’ que tienen la mitad de páginas del original, o versiones japonesas que ocupan dos volúmenes. Siempre depende de si el idioma en cuestión puede o no reproducir el lenguaje más o menos fielmente.

Cuando comenzaste con “Sandman”, ¿tenías en mente toda la génesis?

¿Te refieres a si tenía en mi cabeza ya toda la historia?

Eso es.

Pues sí que la tenía, claro. Y la tenía… A ver… Digamos que tú estás en Milán y decides que vas a hacer autostop hasta Cerdeña, entonces tendrás más o menos una idea de cómo será tu viaje, pero no sabes con quién vas a ir, ni sabes lo que te va a pasar o cuándo vas a volver, aunque sí que tienes, como te digo, esa idea a grandes rasgos de cómo va a ser todo. Así que, con respecto a ‘Sandman’, tuve desde el principio esa noción de la que te hablo.

¿Crees que tus personajes de “Sandman” y “Muerte” son ya como arquetipos clásicos? Para determinada, cuando imaginan el sueño y la muerte, son tus personajes.

Bueno, es interesante. En su creación quedaban muy bien. Una de las cosas que ya he dicho otras veces sobre el tema de muerte es que es algo emocional. Quise crear una muerte para el día en que yo muriese, para que la persona se fuese pacíficamente, que ese día no sea cruel, el día que pases al otro lado de la carretera; quería crear un personaje que no se enfadara y fuera negativo. Estoy muy orgulloso y feliz de haberla creado y de ver cómo la gente lo ha asumido y aceptado así.

¿Cuál es tu verdadera concepción de la muerte? No me refiero a la muerte dentro de tu trabajo, sino al hecho de morir…

Me gusta pensar en la muerte como lo hacía J. M. Barrie en ‘Peter Pan’. Peter Pan dice en un determinado pasaje del libro que ‘morir sería una increíble aventura’, y eso es lo que pienso de la muerte, que es una increíble aventura.

¿Qué cosas te asustaban cuando eras niño?

Las cosas típicas. Tenía miedo de las brujas, de los monstruos, o de que mis ojos se convirtieran en lágrimas y resbalaran por mis mejillas dejándome ciego. Lo normal.

En el tema de los sueños, ¿Sientes cercanía a la obra de Buñuel, o a las teorías de Freud sobre el subconsciente?

La verdad es que no, aunque cuando comencé a interesarme y pensar en ‘Sandman” ojeé muchos libros sobre el tema, y la mayoría de explicaciones que encontraba no me gustaban, no me parecían nada creíbles, sino teorías muy extrañas. Una vez un especialista me dijo que la gente sólo sueña en blanco y negro, y con los libros es así, la gente sólo sueña en blanco y negro, pero se imaginan todo el colorido, y yo pensé que eso no era de esa manera, que era una tontería. Es lo mismo que pasa con los sonidos, que no puedes oír nada cuando estás soñando, es como ponerle voz a una película muda, y bueno, todo este tipo de teorías no me interesaron, la verdad, más allá de la propia curiosidad.

Hace unas semanas le comenté a Alice Cooper en una entrevista que Tim Burton sería el director perfecto para rodar su biopic, y también sería ideal para dirigir una adaptación de “Sandman”.

Lo bueno que tiene ‘Sandman’, en mi opinión, es que se puede adaptar a diferentes directores. Lo que más me satisfizo de ‘Sandman’ cuando lo estaba escribiendo era el trabajar con muchos artistas diferentes. Pude trabajar con Milo Manara, Charles Vess, Craig Russell, J. Muth… Aceptaría a cualquier director. Bueno, no a cualquiera, claro; elegiría a directores que me gusten de verdad, pero podrían ser muy diferentes entre ellos. Me encantaría Guillermo del Toro, o Peter Greenaway; me gustaría ver lo que Tarantino sería capaz de hacer, o Tim Burton, por supuesto. Como te decía, todos son muy distintos.

¿Qué tal David Lynch?

¡Me encantaría David Lynch! ¿Te lo imaginas?

Sí, sería fantástico. En “Sandman” hay muchísimas referencias a bandas post-punk como Joy Division, Bauhaus, The Cure… ¿Son una influencia en tu obra?

No.

Eran sólo pequeños tributos…

No. (Risas) Podría decirte que sí, pero estaría mintiendo… ¡Yo era punk!

¿Punk?

Sí. De ahí que el personaje fuera punk. Aunque después no le di más importancia, pero era importante para Mike Dringenberg (dibujante, ndr.); por eso cuando sustituyó a Sam Keith cambió el peinado de Sandman y le quitó ese look a lo The Cure.

¿El Punk fue la última gran revolución musical?

Creo que todas las corrientes musicales de los últimos sesenta años han sido importantes para gente que estuvo involucrada en ellas. Para mí fue el Punk lo más emocionante que hubo, pero eso es porque el Punk me enseñó que cualquier cosa era posible; no tenías que hacer nada especial. Si querías estar en un grupo sólo tenías que levantarte y hacerlo realidad.

¿Cuáles eran tus grupos favoritos?

Bueno, es algo que va cambiando. Si echo la vista atrás te diría que The Adverts eran mis favoritos. Creo que The Adverts son más interesantes incluso que los Sex Pistols.

¿Y más que The Clash?

¡Creo que The Adverts eran más interesantes también que los Clash! (Risas). Me encantan The Clash, me encantan los Pistols, The Damned… pero The Adverts… En aquel entonces pensábamos que serían flor de un día con la canción ‘Gary Gilmore’s Eyes’, que eran la típica banda punk con todos los tics del género; pero ahora pienso que por sus textos y por su música fueron la banda más interesante, aunque nadie se diera cuenta en su momento. Además, tenían a una chica en el grupo.

¿Conectas con las bandas Punk americanas como Ramones o New York Dolls? Ese tipo de material de los 70s. Realmente el Punk se gestó en los Estados Unidos, en Nueva York, y no en Inglaterra.

Podría estar de acuerdo con eso de que el Punk comenzó en los Estados Unidos, pero no con los Ramones o Talking Heads, sino con New York Dolls, y el espíritu de los Dolls cruzó el Atlántico para convertirse en los Pistols. Si los Dolls hubieran llegado dos años después habrían sido mucho más grandes. Serían la banda punk definitiva.

¿Cómo es tu relación con Alice Cooper y Tori Amos?

Muy buena. No veo a Alice tan a menudo como me gustaría, porque cuando no anda de gira está siempre en Phoenix.

Es un hombre ocupado.

Exacto. Y a Tori la veo de vez en cuando, y es estupenda. Voy a su casa siempre que puedo. La verdad es que me encanta relacionarme con músicos. Ahora mismo tengo entre manos un proyecto con Amanda Palmer, de The Dresden Dolls. Amanda y yo estamos trabajando ahora mismo en un proyecto secreto.

Volvamos a hablar de cine.¿Estás satisfecho con “MirrorMask”?

‘MirrorMask’ es lo que es. La mayoría de las películas parten de una historia, pero ‘MirrorMask’ nació de un encargo de la compañía de Jim Henson. Nació de un presupuesto, pusieron cuatro millones de dólares encima de la mesa para hacer una película de temática fantástica. Dave McKean tenía el argumento y yo le escribí un guión, así que hicieron una película de cuatro millones de dólares. Pero creo que Dave no estaban muy interesados en aspectos como la propia historia, y para mí la historia es lo más importante. Cualquier cosa era motivo de discusión entre nosotros. Recuerdo que la mayor discusión que tuvimos fue al final, porque ni siquiera quería decirnos que iba a ser de la madre de la chica. Él quería que la película terminara con el teléfono sonando y que no se supiera si estaba viva o muerta. En cualquier caso, Dave era el director e hizo la película que quería hacer…

Era más un proyecto de McKean que tuyo.

Sí, aunque me pasé dos semanas escribiendo diálogos para la historia de Dave…

¿Y con respecto a la adaptación de “Stardust”?

No es como el libro, pero es una película maravillosa…

¿Por qué, en general, las adaptaciones cinematográficas de cómics suelen ser tan malas? Hay algunas buenas, “Ghost World” por ejemplo, pero es una excepción, porque luego hay películas como “From Hell”, que son muy malas.

No creo que sean malas en general. ¡‘Ghost World’ es una película fantástica!

Por supuesto, pero precisamente la he nombrado como la excepción que confirma la regla…

O ‘American Splendor’…

Ésa también es buena, sí…

Es una adaptación muy buena, y muy fiel. Y creo que la primera parte de ‘The Men in Black’ era bastante buena. Luego hay cosas como ‘Sin City’, que me dan un poco igual, porque lo único que consiguen es que tengas ganas de leer el cómic, aunque fue una adaptación digna, cuanto menos. Pero con las adaptaciones ocurre como con todo lo demás. No sé si has oído hablar de Sturgeon, de la Ley de Sturgeon. Theodore Sturgeon fue un escritor americano, y alguien le preguntó una vez por qué la ciencia ficción era casi siempre tan mediocre, a lo que él contestó: ‘Tiene usted que entender que el 90% de la ciencia ficción es basura, igual que el 90% de cualquier otra cosa es basura’. Así que, ¿por qué el 90% de las adaptaciones de comics son basura? Pues porque el 90% de las películas que se hacen son basura. Siento decirte que solo tenemos tiempo para otra pregunta más, me tengo que ir…

Bueno, me has puesto en un aprieto, porque tengo aún muchas preguntas. (Risas)

Lo sé, lo sé. (Risas)

Bien, vivimos en un mundo complejo, lleno de tragedias, de trastornos mentales… ¿Alguna vez escribirás algo que no esté dentro del terreno de la fantasía o tal vez la fantasía es precisamente tu forma de huir de las miserias del mundo real?

De vez en cuando sí que escribo cosas sin ese elemento fantástico. No hay nada fantástico en ‘Signal to Noise’, por ejemplo. Pero para mí la fantasía es como una metáfora, como un espejo… Como un espejo al que puedes mirar desde diferentes ángulos. El espejo no te muestra la realidad, sino un reflejo de la realidad, y es eso exactamente lo que la fantasía es para mí: un reflejo de la realidad. Mi próxima novela se va a llamar ‘The Graveyard Book’, y quería escribir un libro que hablara de la familia, de hacerse adulto, y creo que he logrado unir la fantasía y esa noción de hacernos adultos. Sé que lo he logrado porque la gente que lo ha leído me ha dicho que les hizo llorar, y eso me llena de felicidad…

Eso es lo más importante, desde luego.

Un placer hablar contigo, lástima que nos hayamos quedado sin tiempo…

No te preocupes, ha sido suficiente arena de sueño.

Muchas gracias.

trad.: Enrique Campos

De Nowhere, Oklahoma. Nadie sabe más de Freddie Mercury que él. Trabaja para Rockzone, This is Rock y Esquire.

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