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Pedro Gusmao: “Me ha costado darme cuenta de que soy optimista”

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En la Historia del Cine han existido grandiosos hijos de puta que han hecho películas sublimes, lo que no quita que buenas personas puedan hacer buenas películas… Este último sería el caso del director novel brasileño Pedro Gusmao, una excelente persona. Optimista irredento y comprometido con el tiempo en el que le ha tocado vivir. Su interés (o desinterés) por el paisaje urbano se refleja en su última obra hasta la fecha: ‘Un cuento del Guinardó’. Comparte con las novelas de Juan Marsé el reflejo de una Barcelona mágica, idílica, alegre… nada que ver con los gusanos que la devoran y la corrompen poco a poco. (Barcelona, esa prostituta ajada y vieja que se vende como una joven a los marineros que vinieron con cámaras, cartera y bermudas). Érase una vez…

Hola, Pedro. Si bien “Un cuento del Guinardó” es una deliciosa historia mínima, tu anterior corto, “Vida nueva, mundo viejo”, retrataba la historia de un inmigrante que llega a Barcelona… ¿te interesa el cine que contiene una mirada social?

Si que me interesa este tipo de cine, lo que pasa es que es muy difícil hablar de problemas sociales y actuales, hay que ser muy preciso y cuidadoso para que la película no se transforme en un panfleto demagógico, además está el problema ético, no te puedes aprovechar de una situación chunga para sacar partido propio. No sé si me explico, pero me parece un tema delicado de tratar documentalmente por ejemplo y ni te digo ficcionarlo. De todas maneras, lo que siempre intento hacer es plantearme lo que quiero decir con este o aquel corto para que no sea simplemente una historia sin más…

¿Cuáles han sido tus referentes directos a nivel temático y formal en “Un cuento”?

En este caso el corto está formalmente pensado para emular el estilo de Ozu, con planos a la altura de la vista, muy frontales y sencillos. A nivel temático el corto habla de encontrarse a sí mismo, descubrir quién eres para poder ser feliz. Creo que en general todos mis cortos acaban hablando de eso…

¿Tienes una visión optimista respecto a este tema?

Muy buena pregunta, porque me ha costado mucho darme cuenta de que soy una persona optimista y que esto se refleja en mis cortos sí o sí. Por más critica y dura que sea la visión sobre algún tema, siempre me sale la vena optimista, al menos enseñando que las cosas no están tan mal desde un punto de vista o otro. Luego, en este corto en especial, si que soy optimista, porque este corto habla de la relación del artista con su público y la importancia que puede llegar a tener el público con respecto a la obra, principalmente en el caso de la música, que es como el teatro, donde sientes el público allí mismo, cosa que no pasa muy a menudo con el cine que es más indirecto.

Tengo entendido que en tu próximo proyecto hablarás sobre la tauromaquia desde varios puntos de vista. ¿Cómo afrontarás o como tratarás el delicado tema de la fiesta nacional? O, ¿qué te interesa del asunto?

Bueno, la idea de eso sale de plantearme en serio la cuestión de los toros en España. Vivo aquí hace ya tres años y nunca me había parado para pensar en esto. Y la verdad es que cuando empecé a profundizar en el tema, me quedé fascinado con la paradoja moral que le rodea. Ahora mismo no sabría decir si estoy a favor o en contra, pero la verdad es que me fascina todo esto. Me parece increíble que los españoles, en general, traten el tema como tabú. La verdad es que no se puede ignorar la importancia que tuvieran las corridas en la creación del imaginario español. Lo que quiero con el corto es enseñar muchos puntos de vista sobre el asunto y reflexionar sobre la sociedad moderna.

¿Qué importancia tienen la música y el sonido en “Un cuento del Guinardó”?

‘Un cuento del Guinardó’ podría ser considerado un musical, en el sentido de que todo el relato es conducido por la música. A principio, los personajes hablaban entre si, pero en algún momento me di cuenta de que sería mucho más interesante que el diálogo se diera a través de la música. El protagonista es un músico y nada más natural que le veamos expresarse con su instrumento… Además, la música sienta la base de la situación de este personaje y es la música que le hace cambiar y darse cuenta de que necesita para ser feliz.

En ese sentido, los ruidos de la ciudad que ensucian y entorpecen su labor, ¿qué expresarían?

Para mí todo lo urbano siempre está relacionado a la impersonalidad y la indiferencia, pero también funciona en el corto simplemente como antagonismo sonoro a la música, que es lo importante del corto. Me parece que lo urbano aquí lo que hace es luchar contra la música que para mi es la expresión de algo más cercano a las orígenes del ser humano, pero eso ya sería profundizar demasiado en el tema…

Creo que un punto a favor del corto es la elección de Luismi Pardo como protagonista, ¿cómo fue el trabajo con él?

Ya conocía a Luismi Pardo de otros cortos y una cosa muy importante para mi trabajar con actores que también son buenas personas. Es un tío increíble, siempre de buen humor (que es muy importante en cualquier rodaje) y la verdad es que estuve muy a gusto con el. Y para mejorar, Luismi tiene una larga historia como payaso, mucha experiencia con niños y toca el clarinete lo suficiente para que el personaje fuera creíble. Vamos, puede parecer un cliché, pero el tipo ideal para el papel.

¿Complicado trabajar con extras?

Bueno, la verdad es que ha sido raro por que nunca lo había hecho. Pero al final salió todo bien, la gente que vino fue súper solícita y he aprendido cosas importantes como qué encuadrar y cómo hacerlo para que parezca más gente de la que es en verdad…

Insertas planos de la ciudad a diferentes horas en mitad de la narración. ¿Por qué?

Esto viene de intentar emular a Ozu. Usar esos planos “vacíos” como elipsis oníricas, que crean un ritmo interesante y además son narrativos, te cuentan el paso del tiempo…

Ahora mismo estás de retiro en una masía en el campo, ¿te ha hastiado Barcelona?

Me he hastiado de cualquier ciudad. (Risas). La verdad es que he llagado a un punto en que, si puedo elegir, me quedo en el campo, ermitando. La putada es que el cine, en teoría te obliga a vivir en un gran centro urbano, que es donde está el trabajo mas grueso. De todas maneras estoy buscando inventar alternativas a eso, para poder trabajar, hacer mis proyecto a la vez, estar lo máximo de tiempo posible viviendo lejos de las ciudades.

¿Cómo ves el panorama cinematográfico en Brasil?

Bueno, Brasil está de moda ahora, en todos los sentidos, y la verdad es que siempre que escucho algo de Brasil es buena noticia, parece que por allí las cosas se están moviendo mucho y que hay mucho trabajo en esta área.

¿Te interesaría más rodar allí o aquí?

A mí, como brasileño, me conviene más rodar allí, no solo por las subvenciones, pero también por que es mi tierra y la verdad es que me siento mucho más a gusto hablando de las cosas de allí. Lo que pasa es que si estás aquí, no puedes estar tan enterado de todo lo que pasa, es una relación mas lejana… Por eso me estoy organizando para volver lo cuanto antes.

Si hablamos de cine brasileño, ¿por qué crees que nadie ha seguido transitando la senda que abrió Glauber Rocha?

Bueno, hablando con algún amigo brasileño, nos dimos cuenta de que si hubieron cineastas que siguieron y desarrollaran más la línea de Glauber. Rogério Sganzerla y algunos cineastas de la “Boca do Lixo” paulista hicieran buenas películas hablando de temáticas sociales y tirando por una línea más godardiana… Pero una cosa que no se sabe mucho fuera de Brasil es que durante el periodo de transición democrático, la producción cinematográfica brasileña prácticamente desapareció. No había dinero para financiar películas en Brasil y simplemente la producción se acaba. Los cineastas lucharan durante mucho tiempo hasta que a mediados de los 90 volvieron las subvenciones y empezó lo que se llama ahora la “retomada” del cine brasileño. Ahora mismo el cine brasileño tiene mucho aliento y tiene cineastas relativamente talentosos como Heitor Dhália, Karim Aïnouz, Marcelo Gomes e irónicamente, dos de las películas de las que más he escuchado hablar: “A festa da menina morta” y “Feliz Natal” están dirigidas por actores… Pero bueno, esto da para otra entrevista…

Y, por último, ahora que recién acabas de terminar tus estudios cinematográficos, ¿cuál es tu sensación?

Mi sensación es de estar delante de un abismo súper alto con un par de alas que me he currado yo mismo. Ahora me toca volar, pero no estoy seguro hasta donde llegaré… Coño, ni siquiera sé si las putas alas funcionarán…

Miguel Blasco Marqués (Valencia, 1988). Lector ácrata e impenitente, cineasta jubilado, perfeccionista en las paellas, eterno diletante, fanático de los tacos mexicanos y de las tertulias que no conducen a nada. Trabaja como editor en Ediciones Contrabando.

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