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Presunto Jacko

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Todo en torno a la vida de Jacko fue siempre una pura presunción. Presuntas fueron sus tendencias sexuales, lo que le gustaba o no le gustaba de este mundo, que diría Raphael; presunta era su piel: ¿blanca? ¿negra? ¿operada? ¿enferma?; presuntos eran esos familiares suyos, chupasangres sin pudor para unos, fiel cohorte-clan de muñecos rotos para los demás. Michael Jackson era un presunto adulto que, presuntamente, se conducía de manera inadecuada con los niños. Era un presunto padre negligente y su presunta fortuna entraba en bancarrota en los años alternos. Todo en la vida de Michael Jackson fue una pura presunción… todo, excepto su talento desbordante, su genio. Aunque incluso eso quisieron poner en duda con acusaciones de presuntos plagios los fariseos hipócritas de una industria, la del maldito “show-business”, siempre pronta a recolectar buenos réditos de los éxitos de sus estrellas, pero mucho más rauda a la hora de fagocitar y vender los despojos del ídolo caído.

El hombre que puso de acuerdo a todo un planeta, quien puso a bailar a blancos y negros, a amarillos y a mestizos con sus“Thriller”“Billie Jean”“Bad” o “Smooth Criminal” terminó por ceder ante tanta presunción. Quizá llegó a creerse el monstruo, el freak que muchos veían en él, que muchos querían hacer de él, y ya nunca pudo o nunca supo desandar ese laberinto de leyendas urbanas, burbujas de cristal y parques de atracciones privados. ¿Es casualidad que Michael, el artista, no firmara ni una sola composición digna de su leyenda después de ser enviado por primera vez ante un juez acusado de abusos deshonestos? Pero ‘casualidad’ es a veces ese clavo ardiendo al que algunos se agarran para negar la evidencia. El moonwalker fue devorado, no sin cierto sadismo, por la misma criatura que él mimó y alimentó: esa ramera llamada fama.

Ahora continuarán las presunciones y con el protagonista de cuerpo presente nacerán otras nuevas. El cielo será el límite para los promotores de la basura. Y tal vez, perdida entre los vómitos sensacionalistas, entre las tertulias de arreglamundos y salvapatrias, una voz sea capaz de recordar que ese tipo extraño, el niño prodigio mutado en Howard Hughes moderno, procuró felicidad a millones de fans en este meteorito venido a más llamado Tierra. Porque, ¿puede un presunto error opacar toda una vida de aciertos? Desde luego que sí. Está en nuestra naturaleza buscar la imperfección, el pecado en la virtud ajena. Ahora bien, ¿serás de esos que cometan la equivocación de obviar todo lo bueno que Jacko trajo a nuestras vidas por las torticeras acusaciones de los dictadores de la moral? Si alguna vez su música te hizo sonreír, deberías, al menos, concederle otro tipo de presunción, esa que siempre se enarbola para ser asaeteada al segundo siguiente: la presunción de inocencia. Dale el beneficio de la duda y evita que el árbol de la inmundicia te impida ver el bosque. Se lo debes, amig@ mí@.

Traductor, periodista a regañadientes, copywriter. Quizás nos encontremos en Esquire, Vice, JotDown o en Miradas de Cine. Como me sobra el tiempo, edito Factory.

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