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Ainhoa Rebolledo: “Todos los fracasados terminaremos felizmente casados y yendo de traje y corbata a una oficina”

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No se dejen engañar por su aura naïve, sus gafitas de pasta y ese cierto pizpiretismo que transmite, Ainhoa Rebolledo sabe dar buenas y certeras puñaladas con la pluma. Y no puñaladas traperas. Puñaladas por derecho, al analizar la estulticia reinante desde sus artículos esparcidos por la red de redes o construyendo personajes que tratan de subsistir en este mundo absurdo. Rebolledo parece el fondant y las gominolas del cup-cake, pero en realidad es la magdalena.

En su última entrega editorial, Tricot (Principal de los libros, 2013) trata de echar un capote a esas féminas que, llegadas a la treintena y ante la imposibilidad de prolongar la adolescencia sine die han de plantearse qué narices hacer con su vida. Si su Liga de las Mujeres Extraordinarias consigue o no salir de dudas tendrán ustedes que descubrirlo en la librería más cercana. Nosotros nos limitaremos a sonsacar a Ainhoa. ¿Qué hace con su vida esta compostelana habitante de Barcelona? ¿Es un alien, como aquel londinense en Nueva York de Sting? Lean, lean…

¿Moderna, modernilla o retro-moderna? La he visto tomando sifón en una tasca de las de antaño…

Por supuesto. Me flipan las cosas de viejo, pero ahora tengo móvil con 3G desde hace tres o cuatro meses y me he reconciliado con el siglo XXI. No sé si soy moderna, me gustan muchas cosas, hay cosas que no me gustan, mis gustos son aleatorios y difusos. 

No le hace ascos al término gafapasta. ¿Nos define el concepto? ¿Es una filosofía de vida, tal vez?

Yo no sé mucho de conceptos, sólo sé si algo me gusta o no. Prefiero que me junten con los gafapastas que con los votantes de UPyD. Aunque yo no quiero ser gafapasta, yo quiero ser bourgeois-bohème, una chica muy guapa con flequillo y gafas que vive en un ático de un barrio muy chulo rodeada de libros y de películas. Ah, y tener muchísimo dinero o el suficiente para poder dejar de levantarme a las 7 todos los días para ir a trabajar a una oficina durante nueve horas como hago actualmente. Me gustaría que me dieran un sueldo por pensar las cosas que quiero a lo largo del día y, el día que no me apetezca pensar, que me paguen el doble. Ya sé que los Reyes Magos pasaron hace un mes pero yo mantengo una ilusión por la Navidad permanente. 

En algunos sitios se refieren a usted como ‘la bloguera’ Ainhoa Rebolledo. Dígame, con tanta gente publicando sus cuitas en blogs, ¿quién los lee?

Cada vez que me llaman “bloguera” dios mata a un gatito. Una bloguera de verdad postea fotos preciosas de ella misma con trapitos aún más bonitos si cabe, o fotos de cosas materiales que molan. Yo en mi blog pongo alguna foto que pillo por internet y un texto que nadie entiende. Yo creo que la gente lo lee, pero no estoy segura, porque sólo me dejan algún comentario en el blog cada muchos meses. Y lo típicamente español es opinar sobre todo, así que si no opinan, entiendo que es porque no lo leen… Así que creo que no soy bloguera. Yo lo que quiero ser es Embajadora de la ONU e ir por el mundo merendando en cumbres. 

Bohemia burguesa y embajadora de la ONU… Va a tener que buscarse un Hollande o un Sarkozy, como mínimo… Pero dejemos de hablar de lo que quiere ser. Hablemos de lo que es, lo que hace. De sus novelas, por ejemplo. Una de las pretensiones de Tricot era salvar a las chicas de laberintos sentimentales sin salida; esos en los que se cuelgan del primer tipo que pasa, se quedan embarazadas y entonces ya no hay marcha atrás. ¿Tiene vocación de gurú? ¿Son suficientes 26 años para ejercer de consejera espiritual?

Tricot es un libro de ficción, no llega a la categoría de los libros de autoayuda que te salvan la vida. Las tres protagonistas intentan salvar su vida alejándose de los hombres que las vuelven locas. Yo no tengo vocación de gurú; soy gallega, en el fondo lo que haga o lo que piense la gente me importa bastante poco, pero en Tricot se cuenta la historia de tres chicas que intentan triunfar en la vida fundando La Liga de las Mujeres Extraordinarias y todo les sale mal porque se pasan de listas. Soy española, me gusta opinar sobre todo. Mis 26 años y mis tres o cuatro ex novios me han dado conocimiento suficiente sobre lo desgraciado de las relaciones de pareja, no creo que aprenda mucho más de aquí a que me muera. Lo que aspiro a aprender es que se puede ser más feliz con una misma persona que estando solo, ¡eso todavía no lo he aprendido! 

Permítame robar más descripciones de usted y de Tricot: “teje el retrato de su generación”. Yo pensaba que su generación (y alguna más anterior y posterior) estaba más cerca de Mujeres Hombres y Viceversa que de La Liga de las Mujeres Extraordinarias…

Es que por desgracia, lo estamos. La Liga de las Mujeres Extraordinarias creo que es una idea más sesentera que del siglo XXI; de cuando tener familia era algo obligado. Ahora en teoría no lo es, pero espera que aprueben la reforma del aborto. Pero, bueno, las chicas de Tricot quieren crear su nuevo modelo de familia… Eso de Mujeres Hombres y Viceversa nunca lo he entendido, sé que es un programa de Telecinco donde en teoría se enamoran y en la práctica dan bolos en discotecas de extrarradio. Ah, y la pregunta… Eso de “teje el retrato de su generación” es una frase muy fácil que puso la agencia EFE cuando les prohibí expresamente hablar de “novela generacional”. Yo no sé cuál es mi generación, las chicas de Tricot tienen entre 25 y 34 años, tienen los mismos problemas que una señora de 50 años o que una chica de 18. Mi madre es socióloga y siempre se me olvida preguntarle qué opina. 

Por cierto, que era apenas una adolescente cuando nos explotaron en la cara los triunfitos y los ‘grandes hermanos’. ¿La habían vacunado en casa para estas cosas? ¿No le impresionaron los tirabuzones dorados de Bisbal a la Ainhoa Rebolledo de 12 años?

La época de David Bisbal me pilló escuchando el Honestidad Brutal de Andrés Calamaro, nunca fui el público objetivo de los realities de la tele. Recuerdo que cuando estaba en 1º de E.S.O. salió el primer número de la edición española de Rolling Stone y me puse muy contenta. Claro que vi alguna vez Operación Triunfo o incluso Compañeros, pero son cosas que nunca me interesaron. A los doce o trece años me interesaba muchísimo el fútbol, guardo una colección de treinta o cuarenta revistas extranjeras de fútbol que ahora la miro y no la entiendo, pero supongo que fui una niña extraña y feliz, que siempre aprobó todo y tuvo pocos amigos en el instituto. 

¿Qué fue más dramático para sus padres, que les contara que quería dedicarse a escribir o que emigrara?

Ninguna de las dos cosas. Mis padres están muy orgullosos de mí y de mis aventuras literarias, cuelgan en la nevera de casa todos los recortes que van pillando y les encanta que su hija viva en Barcelona, porque hace mejor tiempo que en Galicia. Creo que hace años que no les doy disgustos, y están contentos. Mis padres ya son abuelos, se están preparando para nuevas aventuras. 

A Jane Austen lo de la literatura le salió caro. Ser mujer, escritora e inteligente (no sé si en ese orden) no cotizaba al alza en el siglo XVIII. ¿Qué tal cotiza hoy?

¿Me estás comparando con Jane Austen? ¡Qué guay! Esta entrevista le va a encantar a mi padre.

Con eso me doy por satisfecho…

Ser escritora no es un trabajo a tiempo completo, es una actividad para los ratos libres. Yo no vivo como debería vivir un escritor: encerrado en su torre de marfil rodeado de libros forrados de piel. Yo vivo como vive todo el mundo, sólo que en mis ratos libres en lugar de ponerme como Las Grecas, escribo. ¡Pero sólo en invierno! En verano soy una persona ‘normal’. Ahora, no puedo definirte qué es normal… 

Precisamente a la autora de Sentido y sensibilidad alguien le dijo, o le aconsejó, que para escribir había que vivir. ¿Está de acuerdo? ¿Dónde deja eso a la imaginación, a la fantasía?

Las historias muy fantasiosas nunca me han interesado demasiado. La verdad es que escribo las cosas que me gustaría leer: tramas basadas en la vida real (muchas veces, auto-ficción) y preferentemente en España. Me encantan todas las novelitas españolas tipo Santiago Lorenzo o Rafael Reig. Creo que los escritores están muy castigados por la vida… ¡Porque quieren, eh! Y escriben para contar lo que les ha pasado pero controlando la situación perfectamente. Los escritores son seres atormentados porque si no, de qué van a aguantar horas y horas y días y semanas y años tecleando historias en un ordenador… ¡Con lo bien que se está en un bar! 

Ahora quiere escribir algo más ambicioso, “más Proust”. ¡No se anda usted con chiquitas! ¿Cuántos lectores jóvenes diría que hay en este país que vayan por ahí con algún tomo de En busca del tiempo perdido bajo el brazo?

A mi alrededor, muchos. Mis amigos son bastante lectores y cinéfilos, y estoy muy contenta con ellos. Son buena gente y están alejados de los porros y la heroína. También, porque los he podido elegir, me he mudado de ciudad varias veces y eso me ha permitido conectar con gente nueva con la que compartir intereses. Sí, en septiembre dije que quería escribir algo “más Proust” y ahora estamos en enero y llevo un par de meses escribiendo un melodrama basado en un pueblo perdido de Galicia que a mí me está gustando mucho… Pero claro, si no me gusta a mí, a quén le va a gustar…

A su padre, seguro… Dígame, ahora que trabaja para una editorial, ¿le asalta alguna vez la idea de robar buenas ideas? Después, como cantaba Alaska: “La calle desierta, la noche ideal, un coche sin luces, no pudo esquivar”…

Me paso el día robando (digo, ‘reescribiendo’) frases de libros que ya he leído. Tricot es un robo a mano armada de todos los poemas de Dennis Hopper, pero sólo yo soy capaz de detectar la copia. Trabajo en el Departamento de Derechos de autor de una editorial, no he copiado ideas de los libros porque trabajo con literatura infantil (Tricot está colocado en las estanterías de literatura juvenil de la FNAC, por cierto) pero sí que trabajando he aprendido muchos entresijos del mundo editorial (contratos, liquidaciones, los derechos de autor en general) que los escritores no suelen conocer, y por eso tienen agentes. Pero también hay que saber cómo protegerse del agente. No sé, el mundo editorial es muy retorcido.

Hace poco escuché a un viejo rockero de Malasaña decir que lo vintage “se hace”, no se compra. También pedía, ¡rogaba!, que dejasen de abrir tiendas de magdalenas en la zona. ¿Con quién se identifica más, con el viejo rockero gruñón o con la it-girl devoradora de cupcakes?

Con la it-girl devoradora de cupcakes, por supuesto. Tengo una cuenta en instagram llena de selfies y fotos de mis gatos.

It-girls… Si no me he quedado totalmente obsoleto, una it-girl es una chica que se pone monísima y cuelga fotos en su blog de lo bien que le quedan los modelitos. Y todo el planeta a sus pies. ¿Doscientos años de lucha feminista para esto?

No, no… Una it-girl es una chica que se gana la vida poniéndose monísima y colgando fotos en su blog. A mí me parece una profesión excelente. Las chicas que describes me dan absolutamente igual, aunque reconozco que las chicas que no se consideran feministas me hacen querer matar. No sé, los hombres y las mujeres somos iguales. Y la reforma del aborto se la pueden meter por donde les quepa. 

Generacionalmente está algo más cerca que servidor de la quinta ‘hipster’. Aparte de la pose y las tendencias, ¿qué cree que les mueve? ¿Dónde está la raíz de la plaga?

¡Hablar de hipsters es tan 2009! No sé, yo no quiero criticar a nadie. Todo el mundo es libre de hacer lo que quiera, de igual forma que todo el mundo puede ver o leer lo que quiera. Las cosas que no me gustan, me las salto. No las comento. Los hipsters me caen bien, la verdad. No sé muy bien qué es un hipster, ¡me da igual! Los colectivos sólo los defino por su opinión política, no por sus gustos. 

¿Y dónde estarán esos neo-hipsters de aquí a 20 años? Juegue a pitonisa…

Supongo que felizmente casados y yendo de traje y corbata a una oficina, como terminaremos todos los fracasados. 

Además de ser una lectora voraz, ve mucho, muchísimo cine. A menudo la literatura contemporánea se deja influenciar más de lo deseado por las estructuras cinematográficas, posiblemente porque los propios autores sueñan con una futura adaptación. ¿Cómo abstraerse de eso? ¿Se imagina una adaptación al cine de Tricot?
Como soy una experta en derechos de autor, el día que hagan una adaptación al cine de Tricot, la tumbaré. Y no se hará. La historia de Tricot no se puede llevar al cine porque es más emocional que una sucesión de hechos. Las pelis basadas en libros no me suelen gustar, se complican mucho la vida tratando de seguir un libro. ¡Con la cantidad de guiones por rodar que hay y tienen que adaptar un libro! 

Leo extractos de su blog u otros textos que ha dejado tras de sí en internet y me da la impresión de que sólo expone una parte de la Ainhoa que lleva dentro. ¿Un exceso de ironía es la más opaca de las máscaras?

Yo soy irónica dentro y fuera de internet. Creo que soy la misma dentro y fuera de internet, alguien que sí, que te lo puede contar todo y que se guarda cosas. Mis temas favoritos con los que ironizo son: la política, el amor y la música. Yo con el fútbol no ironizo nunca (enfatiza lo de ‘nunca’).

Me consta que le sulibeya Nacho Vegas. Nacho alguna vez ha afirmado que todo lo que hay en sus canciones son historias que ha vivido. ¿A usted le daría pudor exponerse de esa forma? No hablo tanto de vivencias como de sentimientos…

Nacho Vegas se expone como quiere. Yo he escuchado y leído mucho a Nacho Vegas y creo que es mi escritor-cantante favorito de todos los tiempos. A mí me da igual si lo que cuenta le ha pasado o no, me parece alucinante. No pienso en si sufre por las noches, sino que disfruto con sus dramas. Todas las historias de Tricot que se cuentan son realidades tergiversadas en cierta medida. Yo las vivencias las cuento todas, pero los sentimientos nunca. 

Más músicos… Fue fan fatal de Enrique Bunbury. Perdóneme, pero no le pega nada. Eso sí, le honra confesarlo; no debe ser fácil moverse en según qué círculos y demostrar afecto por Enrique. Ahora quiere “mandarlo de gira y que no vuelva”. ¿Reniega usted? ¡Qué poco auténtico es eso!

A mí Bunbury me gustaba mucho a los 12-16 años, a los 20 pude verlo con Héroes del Silencio en Zaragoza y echarme unas risas en el bar de La estación del silencio –que creo que ya cerró, pero estaba decorado como si lo hubiera decorado Bunbury su mañana más egocéntrica–, y ahora las cosas que hace pues no me gustan demasiado, pero yo sigo escuchando en bucle sus discos de Flamingos y El Viaje a Ninguna Parte, porque soy muy nostálgica de las cosas que me gustaban durante la infancia. El último disco lo escuché una vez por compromiso y luego lo borré porque me ocupaba espacio en la memoria del spotify. 

Y dice que dejó de seguirle cuando empezó a hacer versiones de Raphael. No he escuchado tales versiones pero, ¿diría que una canción de Raphael es más o menos rancia que el sifón de Casa Paco?

Hace algunos años Bunbury estuvo anunciado en la Nochebuena de Raphael y me la zampé entera y no llegó a aparecer. Raphael me gusta mucho como concepto pero nunca lo he escuchado en profundidad porque me da mucha pereza. Al que sí he escuchado y disfrutado, primero en el coche de mis padres y después en mis propios reproductores de música, es a Julio Iglesias. 

Libros, filmoteca y tascas. Haga una nueva confesión –no tan lacerante como la de Bunbury-: usted es un personaje de ‘Los Ilusos’, de Trueba Jr.

Los personajes de Los Ilusos son un poco sensibleros de más, yo no soy tan profunda emocionalmente. Al principio de Tricot se dice eso de “Todo el mundo sueña con ser un personaje de El Desencanto…” y se explica quién es quién. Qué es qué. Vi Los Ilusos mientras escribía Tricot y me gustó mucho, muchísimo. De hecho la vi dos veces. Me gustaba mucho cuando leían a Felix Romeo y cuando enfocaban Madrid desde el cielo. Me pareció una película maravillosa, pero no me identifico con ningún personaje. 

Porque yo me la imagino escribiendo en una Olivetti de los años 20. ¿La he idealizado?

A lo mejor porque viste un texto que escribí a máquina cuando tenía 7 años. Escribo desde hace años con un MacBook Pro, escribiendo me pongo muy fea porque me hago muchos nudos en el pelo y pongo cara de estar operando a un muerto. 

Facebook, Twitter, Tumblr… Salvo excepciones muy residuales, todo el mundo muestra su mejor cara en internet (o directamente la falsea). Ya sabe: tres amigos se fotografían al fondo de un bar tras una noche tirando a gris y titulan: “¡Fiestón!”. Se dice que esta es la era de la información. ¿No será la era de la mentira?

La única cosa que me molesta de las mentiras de internet, que he descubierto hace bien poco, es que la gente dice que ha visto películas de más que nunca ha visto. ¡Eso no lo puedo tolerar! A mí no me importa que la gente maquille sus realidades y las haga más atractivas en internet. Me molestan más Telecinco y el programa electoral del PP, por ejemplo. 

Yo echo de menos el Londres victoriano, llámelo nostalgia pre-natal. Esas veladas en el club de caballeros, ese jerez antes de la cena, esos mayordomos… ¿En qué época le habría gustado vivir a usted?

Me gusta mucho vivir en la que vivo, porque me hace mucha gracia ver cómo el país se va a la mierda. Aunque confieso que me hubiera gustado haber vivido los 80, donde el país también estaba bastante mal pero había mejores programas en la tele… No, en realidad no me hubiera gustado. Habría caído en la heroína y en el SIDA y lo hubiera pasado fatal… 

Pero si ya se ha inventado el iPhone, si ya se grabó The Velvet Underground & Nico, si ya se ha escrito El retrato de Dorian Gray, ¿qué nos queda? ¿qué futuro nos espera? Sáqueme esta negatividad de encima, si puede…

¡Pues volver a escuchar a la Velvet cuatro millones de veces! Claro que ya se han rodado las mejores películas, se han escrito los mejores libros y se han compuesto las mejores canciones. Yo, personalmente, en lo de la música no te puedo animar porque el panorama actual me parece lamentable y rara vez escucho algo que me guste y que se haya grabado después de 2013. Me gustaba la música hasta el 2011, aproximadamente. Ahora mismo se están haciendo cosas diferentes, hay que dejarlas madurar para que dentro de unos años digan cosas buenas, creo. 

Para terminar, no se me vaya a poner demasiado seria pero… ¿qué le decimos a Gallardón?

Que primero se atreva a pronunciar la palabra “aborto” y que estamos en el siglo XXI. Y que a los nazis los juzgaron y los colgaron, a pesar de que nadie se lo esperaba.

Traductor, periodista a regañadientes, copywriter. Quizás nos encontremos en Esquire, Vice, JotDown o en Miradas de Cine. Como me sobra el tiempo, edito Factory.

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