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Fernando Sánchez Dragó: “Todos los premios, como las pompas, son fúnebres”

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Fernando Sánchez Dragó, como Toni Soprano en la serie que ahora, a la vejez viruelas, devora, me advirtió antes de esta entrevista que “seré lacónico; por tu bien”, en un tierno tono amenazante que ya anunciaba una de sus eternas contradicciones: cada respuesta, para fortuna del lector que no cambia de página web –que según una empresa norteamericana que se dedica a estas cosas lo realizan cada diecinueve segundos–, no fue siquiera grande, sino enorme. Y eso que Dragó, sonriente y ocupado con una botella de Pinotage sudafricano recién descorchado, me juraba que por ninguna de sus réplicas iba a ser “trendic-topic”. Las aguas puras del río Kampot que baña la ciudad del mismo nombre fueron incapaces de contener a la mayor fiera del ecosistema terrestre. Por lo que asumí que la inmensa tranquilidad de la zona, entre una vegetación exultante y una imparable banda sonora animal, quedarían reducidas a cenizas gracias al ímpetu de un español que dice ser apátrida y que levanta tanta admiración como desprecio. Valga en su defensa la cantidad de proyectos que maneja –libros, memorias, televisión, radio, Encuentros Eleusinos…–, así como su lucidez y su nuevo punto débil: su hijo Akela. De Dragó, que ya surca los 78 años de vida, podría decir que la antipatía que genera se curaría si todos tuvieran la posibilidad de pasar una tarde con él. Curiosamente en el mundo literario ocurre exactamente lo contrario, ya que el seguidor que quiere llegar a toda costa hasta al autor de su obra favorita, cuando lo consigue, se suele llevar un enorme chasco. Walt Disney, entre otros, no era precisamente Bambi. 

¿Por qué no te han dado nunca el Nobel de Literatura?

(Sonrisas) A ver… el premio Nobel de Literatura, que al insigne Dragó no le han concedido, no se lo han llevado magníficos escritores, léase Borges, Mishima o Graham Greene. Las posibilidades de que te den el premio Nobel de Literatura son las mismas, más o menos, de que te compres un décimo de lotería y te toque el gordo. Es una ruleta. Y en segundo lugar, para llevarse el premio hay dos condiciones sine qua non: estar traducido al sueco y ser políticamente correcto. Yo no cumplo con ninguna de ellas. Por lo tanto es materialmente imposible que me den el Nobel de Literatura. Por otro lado tampoco querría que me lo dieran, ya que dicen que en ese mismo momento desapareces como escritor y caes en un maremágnum de entrevistas y vida social que te impide escribir. Te aseguro que no deseo el Nobel, excepto por la pasta que te dan. Todos los premios, como las pompas, son fúnebres. Demasiados me han dado ya: dos veces el Nacional de Literatura, el Planeta, el de Espiritualidad, el Fernando Lara, el Ondas… Mi vanidad está colmada. 

Sin embargo a ti te ofrecieron ser ministro…

Sí. Y dije siempre que no. ¡Por el amor de Dios! ¿Ministro? ¡Menudo coñazo! Mira lo bien que estoy aquí: al lado de este río tropical y tomándome una copa de este vino maravilloso. ¿Podría hacer esto siendo ministro? Pues no. A lo mejor cada cinco años un par de días, como mucho. Ser ministro no se lo deseo ni al peor de mis enemigos. Y encima ganan poquísimo dinero. Yo tengo mucha familia. Aunque soy persona sumamente austera, necesito más para sobrevivir.

¿Se puede vivir alejado de los focos siendo uno escritor?

La mejor manera de vivir de un escritor consiste en estar alejado de los focos. Decía Epicuro, uno de mis filósofos favoritos, que “la felicidad estriba en vivir oculto”. Yo tuve la desgracia de tener éxito con el primer libro que publiqué, un éxito apabullante, porque fue el libro más vendido durante varios años, y al mismo tiempo eso venía apoyado por un programa de televisión en el que hice cosas que nunca se habían hecho. Mis programas eran libres y en ellos sucedían cosas como la borrachera de Arrabal. Todo eso me dio una notoriedad, incluso, visual, que me horroriza. Detesto que me reconozcan en la calle. Esa es una de las razones de que viaje tanto: para huir de los que, violando mi intimidad, me abordan. Fuera de España, gracias a Dios, no me conoce nadie. Ya sé que no te lo vas a creer, pero si pudiera darle a un botoncito y regresar a veinticuatro horas antes de la publicación de aquel libro, ‘Gargoris y Habidis’, no lo publicaría.

¿En serio?

Sí, en serio.

Hubieras seguido siendo profesor. Se acabó lo de vivir en la mansión de Castilfrío…

Un momento; yo era profesor a ratos. Yo era profesor por temporadas, luego me iba de hippie y cuando se me acababa el dinero volvía a la docencia. Nunca me he sentido más rico que entonces, nunca he tenido menos problemas económicos que cuando era un hippie. Tener dinero es carísimo y da mucho trabajo. Así que hubiera seguido llevando esa vida siempre y habría seguido siendo escritor, porque para mí escribir es como respirar. Insisto: uno de los motivos por los que viajo tanto y ahora estoy aquí es porque no me conoce la gente. ¿Tú sabes la fiesta que supone para mí estar en Kampot e irme a tomar una copita de vino al paseo del río y que no me reconozca nadie? ¿Tú sabes el tormento que supone para mí salir a la calle en España? Yo ya apenas lo hago. Es más, estoy pensando en salir con burka o con capucha, como los etarras, para que no me reconozcan. Pero es peor, porque se fijan más. Ya lo intenté una vez poniéndome una mascarilla; y la gente me reconocía y decía: “¡Anda, pero si es Dragó con una mascarilla!”

¿Te compadeces de un país que no lee pero que si a una famosa le escriben un libro es superventas, o directamente se mofa de este tipo de personas?

¿A quién te refieres?

A Belén Esteban.

Eso no es así. En primer lugar no va la número uno.

Sí, lo acabo de ver. En los más vendidos en la librería de El Corte Inglés.

Mira, el único índice fiable de ventas de libros en España es el llamado índice Nielsen, que registra contablemente, administrativamente, el número de ventas reales de libros que se producen. Todo lo demás son manipulaciones de los editores y de algunos medios de comunicación.

Aunque sea una manipulación está claro que debe vender muchísimos.

Pero bueno, ¿y quién vendía más libros en España hace cincuenta años? Corín Tellado.

Ya, pero Corín Tellado no es Belén Esteban, ¿no?

No, no es Belén Esteban, pero tampoco es precisamente Miguel de Cervantes.

Corín Tellado sí era escritora.

Siempre ha existido el fenómeno de la literatura popular. En estos momentos, además, se mezcla con lo mediático y todas esas gilipolleces. Es un fenómeno carente de importancia. ¿Qué tiene que ver la literatura con las ventas? Borges vendió trece ejemplares de su primer libro y en la época de los clásicos no había librerías, sino ejemplares casi únicos.  Las personas (llamémoslas, por piedad, así) que leen el libro de Belén Esteban no son lectores. Un lector de libros, un lector de verdadera literatura, no va a comprar ni va a leer el libro de Belén Esteban. Quien lea el libro de Belén Esteban no es un lector, sino un ‘asnalfabeto’, con ese de asno.

¿Crees que una solución posible, ya que las guerras casi pasaron a la historia de Europa, y un tsunami no podría por si solo destruir los tres puntos cardinales costeros del país, sería una nueva epidemia creada por la industria farmacéutica en donde tres de cada cuatro españoles falleciera sin dejar rastro?

Mira, el problema más grave al que se enfrenta la humanidad es el crecimiento demográfico. Malthus era un vidente. Malthus fue un profeta. Lo que pasa es que las conclusiones a las que llegó tardan en llegar, pero están llegando. Las cifras que maneja la ONU sobre el crecimiento demográfico son sencillamente apocalípticas. Cuando una especie animal se reproduce por encima de lo que su hábitat natural consiente, esa especie se extingue. Es una inflexible ley zoológica. Por lo tanto, el ser humano se va a extinguir. ¿Cómo se va a extinguir? Eso no lo sé porque no soy Nostradamus. Puede ser que por una epidemia, por una catástrofe vírica, por una catástrofe alimentaria, por una gran guerra, puede ser por un meteorito, por una reacción del ecosistema, según dicen los del proyecto Gaia, para exterminarnos. Si no ponemos freno al crecimiento demográfico, el mundo creado por el hombre desaparecerá. Es duro decirlo, pero,  para que la especie sobreviva, dos de cada tres hombres tienen que desaparecer.

O eso, o que nos invada Marruecos. ¿Una invasión del norte de África acabaría por unirnos o habría regiones que preferirían convertirse al islamismo antes que ser españoles?

Marruecos ya nos invadió. Ya pasó. Y volverá a pasar. Europa no existe. Es Eurabia. Hay en ella una quinta columna que cree en Alá. ¿Por qué crees que un estado organizado y aparentemente asentado, como lo era el visigodo, se vino abajo a las primeras de cambio cuando una flotilla de moros cruzó el Estrecho? Porque esa quinta columna musulmana estaba instalada en España desde hacía siglos y poco a poco había ido limando todo lo que había que limar. Tras la invasión, volverán, como entonces, los reinos de Taifas. De hecho, ya están aquí ¿Qué es el estado de las autonomías? El estado de las autonomías no es más que la reproducción de algo que ha venido sucediendo en España desde mucho antes de que España existiera. Es el tribalismo de los españoles. España es un país tribal. Y ese tribalismo de los españoles se refleja en que los de Villanueva de Arriba odian a los de Villanueva de Abajo. En que cada español odia a su vecino. Quien haya asistido a una reunión de una comunidad de vecinos no puede creer que el alma exista. ¡Menudo bodrio el del dichoso estado de las autonomías! Ser español es un destino ineluctable: tropezaremos una y otra vez en los mismos errores. Pero no te equivoques, no es que Marruecos nos vaya a invadir. Es que un nuevo orden mundial está a punto de emerger. Y ese nuevo orden se va a dividir en tres grandes bloques: uno es Rusia, y toda la zona que le rodea; el otro, por supuesto, es China; y el tercero será el Islam. El Islam, el día en que se una –y puede hacerlo ante un ataque nuclear de los israelíes– será el tercer bloque. Y en ese nuevo reparto geográfico que se va a producir en el globo terráqueo España pertenecerá al bloque islámico. Así que volveremos a ir con chilaba y turbante, los hombres, y las mujeres con velo. 

Tú entonces por fin podrás salir a la calle y que no te reconozcan.

(Risas)

¿Crees que habrá referéndum en Cataluña?

Chico, me aburre tanto esa cuestión que no leo nada de lo que se refiere a ella. Carezco de información. Y al carecer de información, carezco de opinión. Soy viajero y escritor. Sólo eso. Vivo ajeno a la sociedad y a la res pública. 

Pero lo de Cataluña, ¿te aburre o te molesta?

Me es indiferente. Absolutamente indiferente. Además, yo no soy un patriota; yo no me siento español. Ni por supuesto catalán. ¿Qué tiene que ver conmigo todo eso?  ¡Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra! A mí me basta con la que pisan mis zapatos. Mi patria son mis zapatos. Estoy bien donde en cada momento estoy. Ahora en Camboya, luego en España, y otras veces en Japón, en la India, en el ancho mundo. A mí me da igual que se rompa España. Todos los nacionalismos son estúpidos. Y los patriotismos, ni te cuento.

¿Tecnocracia en España con ciento cincuenta japoneses dirigiendo el país y cobrando según evolucionemos?

Hace ya veinte años  propuse un gobierno tripartito compuesto por los japoneses, El Corte Inglés y la editorial Planeta. Evidentemente la política se ha convertido en una empresa y los países deberían estar dirigidos por contables sin ideología. Fríos contables que sepan sumar, restar, multiplicar y dividir. Así que yo apoyaría una tecnocracia a la  japonesa sin titubear.

¿Alguna vez pensaste en matar a alguien?

Eso me lo preguntó alguien hace poco. Y le respondí lo mismo que te voy a responder ahora: por supuesto que se me ha pasado por la cabeza la idea de matar a alguien, pero inmediatamente la he descartado. ¡Pero si ni siquiera mato mosquitos! La violencia no figura entre mis pecados.

¿Y lo contrario? ¿Crees que alguna vez estuviste en el punto de mira de alguna persona?

Recuerdo que en un determinado momento se me avisó, no sé con qué fundamento, que determinados grupos de presión, de constructores y cosas así, debido a las denuncias que yo estaba haciendo en Soria, pretendían quitarme de en medio, en la Saca de las fiestas de san Juan, empujándome con los caballos hacia los toros. No sé si esto era leyenda, fantasía o qué. He recibido amenazas telefónicas de muerte por parte de grupos ultras católicos. Una vez intentaron quemar mi casa. Incendio provocado, dijo la poli. Bueno… Son cosas que pasan. El peligro es la sal y la pimienta de la vida.

¿Cuánta gente ha querido follar contigo por el mero hecho de que eres famoso?

Mucha, mucha. En cierta ocasión leí una encuesta del Paris-Match sobre las motivaciones sexuales de las francesas. Y me sorprendió mucho, pues yo, hasta entonces, pensaba que sería que el hombre fuera guapo, o rico, o poderoso, o inteligente, o cosas así. Pues resulta, según esa encuesta, que no, que lo principal era que fuese famoso. A las mujeres les encanta follar con la gente famosa. A los varones, no; a los varones eso nos acojona, porque tenemos el famoso problema de la erección y ellas no. Sí, sí, soy consciente de que muchas de las veces en que me he acostado con mujeres ha sido porque salía en la tele. No hay mal que por bien no venga. 

Ahora, el presidente francés Hollande…

Precisamente acabo de escribir sobre ello para mi columna del próximo lunes en El Mundo.  Se titula ‘Le rouge et la blonde’, “El rojo y la rubia”, porque es una historia fantástica donde se dan todos los elementos de la gran narrativa. ¡Lástima que Flaubert y Stendhal hayan muerto! Lástima que Arturo Pérez-Reverte o María Dueñas o Mario Vargas Llosa no vivan en Francia, porque tendrían mimbres suficientes en ese país de manga anchísima para volver a escribir ‘Madame Bovary’ o ‘Rojo y Negro’. Es una historia fantástica; yo, además, soy medio corso por ascendencia materna. ¡Los Dragó venimos de un médico de Napoleón! Nuestro apellido es corso. ¡Y ahora, encima, aparece en el lío de Hollande la conexión corsa! No falla nada. No falta nada. Está la chica rubia. Está el presidente de la República. Está la cornuda, confinada en el ala este no de la Casa Blanca sino de la cucarda tricolor, del Elíseo, desesperada, con una depre no de caballo, sino de yegua vieja. Y está el gangster. De verdad, una historia fantástica. Pero ya se sabe: los presidentes franceses siempre han sido grandes folladores. Porque encima del coñazo de ser presidente de la República imagínate que no follas. Mira a Chirac, del que se dice que en las ruedas de prensa se fijaba en la periodista más guapa y esa misma noche se la cepillaba en un polvo de tres minutos, según decían sus colaboradores, porque debía ser eyaculador precoz. Ten en cuenta que hubo un presidente francés a finales del siglo XIX, Faure, que murió con la polla metida en la boca de una tía y tuvieron que llamar a los médicos para que se la sacaran porque el rigor mortis la había convertido en una barra de hierro.

Quitémosle hierro al asunto, ya que has mencionado ese metal, con una pregunta supuestamente infantil, pero necesaria por si alguien la echaba en falta. ¿Con quién te acostarías si mañana el mundo se acabara? Puede ser tu mujer, una ex, la recepcionista de este hotelito…

Hay varias. Hay varias candidatas. Una: Elsa Pataki.

Joder, el otro día la vi en algún medio digital embarazada de siete meses.

Hombre, no lo sabía. Pero una mujer embarazada también tiene su morbo, aunque no sé cómo estará ahora Elsa. Otra: te va a sorprender muchísimo, aunque no me atrae tanto ahora como hace siete u ocho años. Sarah Pallin. También algunas de mis ex mujeres, aunque ya sean talluditas, pues llevamos años y años sin follar y vuelven a parecerme nuevas. Con casi todas, excepto las que han muerto, me llevo bien. Y la danesa que se enredó con Obama en los funerales de Mandela. Y… ¡Tantas, tantas! Una rubita, por ejemplo, que vi aquí, en este hotel de Kampot el otro día: con gafitas,  guapísima, y con dos o tres niños encantadores…  ¡Ah!, se me fue el alma detrás de ella. De hecho me acerqué cuando se iban para verle las rodillas en el coche y se las vi. Porque a las mujeres, cuando se sientan en un coche, se les sube un poco la faldita y se les separan un poco las piernas. ¡Es fantástico! Yo, cuando voy por la calle, me arrimo siempre a las ventanillas de los coches para ver si atisbo algo. ¡Qué le vamos a hacer! La lujuria es mi pecado capital. Con la edad decrece, claro, pero afortunadamente no se apaga. Y por cierto, que ya me olvidaba: también me acostaría con Madonna… ¿Tú crees que querrá? 

Oye, imaginemos que se acepta la zoofilia: ¿toro o gato?

Que se acepte la zoofilia no significa que yo me sienta inclinado a ella. No me atrae, francamente, pero ya sabes que adoro a los animales y, sobre todo, a los gatos, que son lo más hermoso y lo más digno que contiene el universo. Hacer el amor con ellos sería como hacerlo con los dioses. Los respeto. Nunca me atrevería.

¿Es casualidad que la muerte del diario en papel coincida con la opinión más sesgada, partidista y de menos calidad jamás publicada, o crees que siempre ha sido así?

Sí, siempre ha sido así. El hombre permanece fiel a sí mismo desde el pleistoceno. No evoluciona nunca. Evoluciona el entorno, la sociedad, la tecnología, pero la conciencia, la moral, los sentimientos, lo que el hombre lleva dentro, no evoluciona, sigue siendo exactamente igual a como era hace 500.000 años.

¿Crees que con tanta publicidad estatal, regional y municipal los diarios se atreven a morder la mano que les da de comer?

Evidentemente, no. Y es una vergüenza. Pero se trata de un círculo vicioso porque el periódico no puede sobrevivir sólo con las ventas, entre otras cosas porque el papel cuesta más de lo que el periódico cuesta, con lo cual si no hay publicidad el periódico no puede salir, pero en cualquier caso que, por lo menos, la publicidad sea privada y no institucional. La publicidad institucional a la que te refieres es un abuso, no la está pagando el alcalde, la estamos pagando tú y yo. Y eso es de una inmoralidad estremecedora, aparte de la moralina con tufo de sacristía que suele emanar de ella.

Dices que el turismo está acabando con el mundo. Y que los viajeros de ahora deberían ser exterminados… al menos de los aviones, hoteles y lugares a visitar. Yo, en parte, pienso lo mismo; pero esta es tu historia y no la mía. Mas, ¿no crees que si hace 50 años, en tus primeros viajes al sudeste asiático, Marco Polo se hubiera encontrado contigo te habría insultado en los mismos términos que tu empleas para referirte al turismo actual?

Depende. Si había quinientos como yo, sí. Pero si hubiera habido un par de ellos como yo nos habríamos tomado una botella de vino juntos. O una pipa de opio.

¿Y realmente había una o dos personas?

Mira Joaquín, en los setenta había en Angkor, máximo, quince turistas diarios; que en aquella inmensidad, como podrás entender, ni los veías. ¡No había más! El mundo en el que yo eché los dientes como viajero era así. Hombre, si te ibas a París, a Nueva York o a Roma por supuesto que había más. Pero si te venías a este tipo de países no había nadie, nadie, nadie. Sin ir más lejos los aviones viajaban vacíos. A mí me sorprende mucho lo que pasa ahora en los aviones, en la clase choped, como yo llamo a la clase turista. Antes siempre podías dormir en los aviones, porque las tres cuartas partes de un avión iban desocupadas. Estoy convencido de que si los extraterrestres nos pudieran ver con unos inmensos telescopios llegarían a la conclusión de que somos hormigas. De que nos hemos convertido en insectos que como locos vamos corriendo a todas partes, como pollos sin cabeza.

Niegas rotundamente que hicieras el acto con dos japonesas de trece años. ¿Qué opinas del sexo consentido con una menor? ¿Dónde queda la labor de maestro y la necesidad de follar que todos llevamos dentro a edades donde si no follábamos era porque no podíamos?

Por supuesto que no hice nada con aquellas dos criaturitas que por supuesto no tenían trece años sino al menos dieciséis porque eran secretarias. Por supuesto. Eso fue una anécdota insignificante. Pero el antecedente que sobre mi persona sentó esa anécdota me impide contestar a tu pregunta.

Te quejas amargamente de la tele y de los españoles, pero sales mucho en la televisión y vives la mayoría del tiempo en España. ¿Te gusta provocar o es que directamente te llevas la contraria a ti mismo?

Primero, no paso tanto tiempo en España como crees.

Hombre, cinco o seis meses sí.

Sí, cinco o seis meses sí. Pero es que esa parte de Soria donde yo vivo no está en España y no está en ninguna parte. Eso es el Tíbet, eso es Macondo, eso es Comala. Yo vivía en Soria, aunque Soria ha tenido la desgracia de que tres veces le ha tocado el Gordo y se ha atestado de coches, se ha saturado de aparcamientos, se ha llenado de semáforos, se ha infestado de ruidos, sus gentes se han multiplicado. Ahora, cuando bajo a Soria desde mi pueblo, cosa que hago cada vez menos, tengo la sensación de ir a Manhattan. En segundo lugar: ¿voy a la tele? Sí, voy a la tele exclusivamente por un motivo: porque me pagan. Jamás iría a la tele si no me pagasen. Y ahora como pagan muy poco pues la verdad es que casi no voy. Y en tercer lugar: yo estimo mucho la estrategia de las artes marciales del extremo Oriente que consiste en aprovechar el impulso del enemigo. Por eso, precisamente porque la tele es mi enemigo, voy a ella, como Teseo hacia el Minotauro, para darle muerte. Mil veces en mis programas de televisión he dicho: apague y lea. Mira, Joaquín, yo me consideraré un triunfador en televisión el día que consiga que mis programas tengan audiencia plana. Eso, como mis programas son de libros, significará que todos los que los seguían están leyendo: habré conseguido mi objetivo. Hay una anécdota extraordinaria del español que más admiro de los tres o cuatro últimos siglos, que es Salvador Dalí. Salvador Dalí en cierta ocasión, cuando todo el mundo lo ponía a parir y se reía de él –ahora ha triunfado: ya sabes que la exposición de Dalí en Madrid y en París ha sido la más vista de la historia–, entre ellos los progres y los no progres, la gente, el imserso de la época, iban en los autobuses de educación y descanso hasta Portlligat, donde ese ser extravagante, excéntrico, tocapelotas, maravilloso, estaba recluido en su casa, y ¿sabes lo que hacían? Cantaban debajo del balcón: “Sal al balcón mi querida mariposa”, aquella canción que no sé si tu habrás llegado a conocer. ¿Y sabes lo que hacía Dalí? Salía y saludaba. Y la gente, cabizbaja, desconcertada, avergonzada, emprendía la fuga. Por eso voy yo a la televisión. Para que los espectadores se larguen. 

Bueno, ya sabemos que no quieres ser ministro; pero supongamos que el pueblo está en tus manos. ¿Qué harías si fueras alcalde de Castilfrío de la Sierra? A lo mejor para evitar que no se convierta en un zoo humano.

A ver, la respuesta vale para mi amigo, el alcalde de Castilfrío, y para cualquier alcalde que haya en el mundo, y para cualquier ministro sobre la faz de la tierra. La primera medida que yo tomaría si me ofrecieran un cargo público sería dimitir.

¿La primera? ¿Incluso de presidente del gobierno?

¡Hombre, por supuesto!

¿Y no te darías el gusto antes de dimitir de decir “voy a hacer esto”?

Sí, es verdad. En mí hay un duendecillo travieso, un enfant terrible. Una de las veces en las  que me ofrecieron ser ministro de cultura, dije: “Bueno, os aviso de que voy a hacer tres cosas: una, voy a trabajar ocho horas al día y ni una más; dos, no me voy a poner corbata y voy a ir con vaqueros; y tres, me voy a llevar Las Meninas al comedor de mi casa”. Luego añadí: y además iré al banco azul vestido de saharui y me fumaré un porro. Ante eso, la persona que me lo estaba ofreciendo sonrió y me dijo: “Cómo eres Fernando”; y ahí acabó la historia. Además y continuando, para tomar alguna medida tendría que admitir que se pueden tomar medidas útiles. ¡Y no se pueden tomar medidas útiles! Porque el ser humano es el que es y los españoles son como son. No sirve de nada tomar medidas.

Otra pregunta tópica; la hago para sortear el Pulitzer. ¿Si volvieras a nacer qué querrías ser?

Gato… Gato o mujer. Indecente, claro. Tengo la impresión desde hace muchísimo tiempo de que las mujeres en la cama se lo pasan mucho mejor que los hombres. Tengo cierta envidia del sexo femenino. 

Y si tu hijo Akela, casi recién nacido, quisiera ser escritor y residir en Castilfrío, ¿qué le aconsejarías?

Encantado. Estaría encantadísimo. Tengo ya una hija escritora, Ayanta, que se acaba de revelar como una grandísima narradora en nuestro libro ‘Pacto de sangre’. Bendita sea la rama que del tronco sale. A Akela le diría: mézclate estrechamente con la vida y lee sin tregua. Son consejos de Hemingway. Y uno de mi cosecha: rompe tabúes, no permitas que los tópicos éticos y estéticos de tu época te pongan grilletes.

Por cierto: leo en internet: Castilfrío de la Sierra, 26 habitantes; y allí donde reside Fernando Sánchez Dragó nació Antonio Pérez de la Mata, filósofo. Al final va a resultar que hay que despoblar las ciudades y volver a los pueblos…

Sí, evidentemente. Y no sólo eso: hubo otros próceres allí, como el obispo Solano, que ejerció en Ceuta y Cuenca. Todavía queda su casa. En Castilfrío sin ir más lejos, el padre adoptivo de mi padrastro, cuya casa yo compré y es en la que vivo ­–porque yo no la heredé, la heredaron mis hermanos–, fue un prócer soriano que entre otras cosas fundó la eléctrica de Soria, la Caja de Ahorros de Soria y un periódico, maravilloso, que a mí me gustaría editar una vez al mes, que se llamaba ‘El avisador numantino’. Forges, poco después de morir Franco, me llamó con la idea de comprarnos la cabecera, que yo ya no sé de quién sería. Así que De la Mata no es el único prócer que ha nacido en Castilfrío.

Ya sé que la humanidad rueda cuesta abajo y sin frenos. Pero quiero saber qué te conmueve del mundo de la literatura. Sea lo que sea. Alguien que te haga saltar de la silla.

Sin irme tan lejos, la novela que estoy ahora mismo leyendo, cuando tú sabes que yo no soy un gran lector de novelas. Pero posiblemente su autor, Ian McEwan, esté entre los tres mejores novelistas actuales. La obra: ‘Operación dulce’, editada en Anagrama. Y otra buenísima, que leí hace poco, también editada en Anagrama, de Emmanuel Carrère, titulada ‘Limónov’.

¿Has leído a Houellebecq, que parece que está de moda?

Sí, le he leído.

Pues yo leí una obra suya, ‘Ampliación del campo de batalla’, y no me gustó.

A mí tampoco me gustó mucho, pero al mismo tiempo respeto lo que en él hay de transgresión del discurso dominante. Es una especie de Sostres francés y yo a Sostres le aprecio. Me gustan los que rompen la baraja.

¿Sostres escribe bien?

Sí, escribe bien, pero no es un escritor. Es un periodista.

A mí no me gusta mucho como escribe aunque he de reconocer que a veces escribe lo que otros no se atreven a escribir.

Se atreve a decir lo que todo el mundo piensa. Yo también.

¿Lees poesía?

Sí, claro. La poesía me gusta mucho. La poesía es el género madre de la literatura. La poesía es gnosis, tentativa de conocimiento. Hay otros géneros literarios, como el ensayo, que son análisis, opinión e información. O como la novela, que es narración y entretenimiento. Pero la poesía es síntesis, génesis e iluminación.

Una editorial que publica a ciertos autores de renombre me ha querido cobrar cinco mil euros por publicar en papel mi primer libro. Aparte de que pueda ser un pésimo escritor, o simplemente que esté aún en fase de formación, ¿es esto normal? Porque si lo fuera me temo que cualquiera con cinco mil euros publicaría un libro en la misma editorial de reputados escritores.

De hecho cualquiera que tenga cinco mil euros publica ahora lo que le viene en gana.

¿En serio? Entonces la pregunta es: ¿no hace falta que escribas bien o mal sino que tengas cinco mil euros?

Mira, eso lo hace muchísima gente en estos momentos. Hay muchísimas editoriales que son fraudulentas, una estafa, que funcionan así, que engañan a los escritores incautos, convencidos de que su libro se va a distribuir y quizá se vaya a vender, y ni se distribuye ni se vende. Tiran unos cuantos ejemplares y ya está. Es un negocio. Es el timo del tocomocho o el de la estampita. De todas maneras te están cobrando caro. Yo creo que hay editoriales que por la mitad te lo sacan. 

¿Qué has hecho con la vieja Olivetti? ¿Tenías Olivetti?

¡Jamás! ¡Jamás! No sé qué manía tenéis los españoles en identificar a ese noble instrumento, que es como el caballo, como el noble bruto, con la Olivetti, que es la peor máquina de escribir que ha existido nunca.

En España no son pocos los que llaman Fairy al friegaplatos, Albal al papel de aluminio, y Bimbo al pan de molde.

Pues yo jamás he tenido una Olivetti. Soy un experto en máquinas de escribir, de las que guardo alrededor de una treintena. Tengo algunas de ellas enmarcadas y colgadas en la pared. He dedicado páginas y páginas a mis máquinas de escribir. Las amo.

Como sigas guardando cosas crearán una fundación el día que no estés.

Tú coge una Olivetti que haya por ahí y sacude el tirador de una tecla. Verás que no vibra. Porque es de cadmio, no es de acero. Y luego, el espaciador de las Olivetti te desuella las puntas de los dedos; es estrechísimo. No, no, no. ¡Jamás! Volviendo a viejas máquinas, la Underwood, con la que ya hacía los deberes del colegio. Heredé de mi padre un montón de ellas. O la Hermes, suiza, que era fantástica, la mejor del mundo. Otra buena marca era la Olimpia. Pero siempre de acero, siempre metálicas, nunca eléctricas. La buena literatura, como los jerséis, se hace a mano.reven a escribir.

¿Fue dura la adaptación al ordenador?

Sí, muy dura. Todavía no me he adaptado. Aún estoy en fase mutante.

Ya, ¿pero puedes escribir?

Sí, puedo escribir.

Hombre, comparado con una máquina de escribir la corrección es buenísima; instantánea. El hecho de que puedas corregir sobre la marcha.

Bueno, vamos a ver: efectivamente puedo escribir, pero es porque lo utilizo sólo para eso, como las antiguas máquinas, de las que ya hemos hablado. Y debido a eso, aporreo el teclado y enseguida se borra. Me han dicho en la Toshiba que he generado un fenómeno sin precedentes. A los dos meses de uso tengo que cambiar el teclado porque se borran las letras. Sé hacer muy poquitas cosas con el ordenador, aunque reconozco que me ha cambiado el estilo. Yo era un escritor boscoso, arborescente, sobreabundante, excesivo, con enramados, lianas, follaje, selvas tropicales, y ahora, con el ordenador, me he convertido en un jardinero zen, que todo lo recorta, lo poda, lo ordena y lo torna sencillo. Tengo la impresión de que escribo mucho mejor que antes y eso ha sido posible gracias al ordenador. Con una máquina de escribir hubiera sido una tarea diabólica, como domar caballos salvajes. 

Estamos en Camboya, en la actualidad. Y supongamos: un jemer, de veinte años, estudiante de letras, que nunca ha salido del país. ¿Qué libro o libros le regalarías?

Bueno, el mejor libro que jamás se haya escrito: el ‘Tao Te King’. Además, si hay algo radicalmente contrario al espíritu de Pol Pot, es el espíritu del Tao.

¿Un epitafio?

¡Uf! He pensado muchísimo en los epitafios; le he dado muchas vueltas. Tengo un montón de epitafios. Últimamente vengo pensando –aunque esto no es más que un chiste– en ese que sabes que se le atribuye a Groucho Marx que dice “perdonen que no me levante”. No es verdad. Ese epitafio no existe. Pero bueno, yo había pensado en poner “perdonen que no se me levante”.

¿Te imaginas una ranura en la lápida y un pequeño cartel indicativo: ‘Introduzca la dosis de Cialis pertinente’?

(Risas) O de Levitra, que también funciona de rechupete. Viagra, no. Bueno, pero últimamente estoy pensando en ese soneto precioso que escribió Cervantes, cuyo estrambote termina diciendo: “Fuese y no hubo nada”. Ese es un buen epitafio, ¿no? 

¿Qué vas a hacer con tu millón de libros que hacen de ti el ciudadano español con la mayor librería privada del país? ¿Una Fundación Dragó? ¿O una biblioteca Dragó?

Eso de las fundaciones es otro timo de la estampita y además hay que hacer papeles y yo nunca hago papeles.

Aunque yo creo que una Fundación Dragó sin ti quebraría a los tres meses.

Una fundación es algo que me resulta completamente ajeno. ¡Jamás crearía una fundación! Pero el destino de esa biblioteca, efectivamente, me preocupa, y lo veo negro, porque menudo muerto y menudo muermo le dejo a mis hijos, a mis herederos. La verdad es que estoy arrepentidísimo de haber acumulado esos libros. Si volviera a nacer tendría, como mucho, quinientos libros. He cometido el error y ya está. A mí, en mi presupuesto mensual, lo que  más dinero me cuesta es mantener los libros. Vamos, que mantener los libros me cuesta más que mantener una querida en Miami. Y eso que los libros me los regalan. ¿Tú sabes lo que significa transportarlos, ponerlos en estanterías, comprar espacios para habilitarlos, catalogarlos? ¡Es brutal! Es una de las grandes trampas de mi existencia. Y no es que disponga de un millón de libros, sino de algo más de cien mil, que en realidad conforman una biblioteca virtual, porque, de todas esas obras, el 70% ni las he abierto y han ido directamente a la estantería. Eso sí, colocados en el lugar donde deben ir, ordenados alfabéticamente, y ni yo ni nadie los verá nunca, por lo que todo es completamente virtual. Un error, un error. 

Y Dragó termina la entrevista sin necesidad de que le preguntes nada más, explayándose antes de que apagara la grabadora con un sueño. Uno más. “Mira Joaquín, yo sueño –aunque tenga en Soria esa casa enorme– con algo que me dijo mi madre que tiene que ver con mi novela favorita que es ‘Sinuhé el egipcio’, la cual termina en un lugar como éste, con Sinuhé escéptico con respecto a la condición humana por todo lo que ha vivido y todo lo que ha recorrido, decidiendo pasar sus últimos días sentado a la orilla de un río como en el que estamos. Y mi madre siempre me decía: “Tu acabarás como Sinuhé: sentado sólo a la orilla del río”. Por eso siempre he pensado en construirme una celda idéntica a como eran las celdas de Carabanchel en las cuales viví años memorables. Y eran nada. Imagínate: diez metros cuadrados, un catre, un lavabo, una mesita, una ventana con barrotes…  Quitaría los barrotes y ya está. No hace falta nada más”. 

Luego nos fuimos a cenar, donde el palique duró hasta que tuve que decirle que quería dormir. Porque Dragó, aparte de escribir, tiene el extraño don de la fuerza, que a sus 78 años es abismal. Y quién sabe si en otra época aparte de charlatán podría haber sido uno de esos gladiadores que se enfrentaban a las fieras en anfiteatros rebosantes de gentes con ganas de ver sangre. Y bueno, si le cediera ahora la palabra a Dragó sin duda alguna diría que a lo sumo él podría haber sido Espartaco, esclavo de fuerza descomunal que fue comprado para hacer de gladiador y que escapándose, organizó una revuelta histórica contra la República romana. Y además, hasta era culto.

Nací en 1974 por aquello de poder contar a los amigos nacidos a posteriori que yo viví en una dictadura. He residido, aparte de en mi ciudad natal, Málaga, en Madrid, Segovia, Barcelona, Murcia y Menorca, por parte de España, sobre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico, a lomos de un crucero, y desde 2007 en Asia, primero en China y desde diciembre de 2012 en Camboya. Toda mi vida cocinando para ahora ponerme a escribir. Justamente lo contrario que hacen los escritores consagrados.

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