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Jesús Roche: “El mundo teatral y la estructura que lo forma se han venido abajo”

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Jesús Roche (Barcelona, 1958) supo hacer de la necesidad virtud. Después de 35 años como dramaturgo, periodo durante el cual escribió obras que se representaron en más de 4.500 funciones, principalmente para la compañía Teatre Arca, la espantada en el panorama escénico nacional le obligó a reciclarse como novelista. Aparte de la versión para cómic de Asesinos anónimos editada por Planeta, su incursión en la narrativa es atestiguada por el libro de relatos Balcones (2012) y Persecución a ciegas (2013), una tragicomedia negra ambientada en los bajos fondos barceloneses de la cual se encuentra elaborando una segunda parte. Es partidario de hacer trabajar la creatividad de actores y lectores dejando que sean ellos mismos quienes terminan de dar forma y vida a los personajes que él pone en el escenario o sobre las páginas.

Persecución a ciegas, ¿novela negra con ingredientes teatrales o, directamente, tragicomedia negra?

El concepto “tragicomedia negra” engloba las dos posibilidades. La estructura es de novela negra pero debido a mis 35 años de formación dramatúrgica, hay toda una serie de connotaciones, de formas de relatar y de escribir, además del tratamiento en los personajes, que sí pueden recordar al teatro.

¿Por qué precisamente mafias ucranianas? ¿Conoce ese país especialmente y su cultura? Por los proverbios que aparecen a lo largo de la obra y por el que abre el libro, que está escrito en cirílico…

Las mafias de un país no representan al país de procedencia. Lo que intentaba con esos refranes era mostrar someramente algo de la cultura ucraniana. No buscaba hacer un estudio ni nada parecido sobre Ucrania y sus habitantes. Hablamos de mafiosos que operan aquí pero que también pueden operar en cualquier país. La corrupción en un determinado lugar facilita que éstos se infiltren en las estructuras sociales de ese país y saquen provecho. Para compensar que hablo de criminales organizados de una procedencia determinada, he intentado mostrar pequeños detalles de la sabiduría de pueblo del que provienen.

¿Hubo trabajo de documentación?

Sí, yo no conocía Ucrania más allá de las referencias que puede tener cualquier lector de periódicos. La labor de recopilar información vino dada porque los malos pueden ser muy malos pero también pueden tener su carga humana. Muchos personajes de esa mafia reivindican su condición de personas. El tipo que genera las desdichas de los que le rodean no es totalmente blanco ni negro, es gris.

Un proxeneta completamente calvo, con pendiente de diamante en una oreja, que lleva puesta una camiseta del Che Guevara y lanza proclamas, ¿cómo llegó a dar en su imaginación con un personaje tan estrambótico y casi surrealista?

Tiene mucho de lo segundo pero es que cualquier farsa supera la realidad. Me he encontrado personas de lo más surrealista en los lugares menos pensados. A veces te preguntas, ¿qué hace esta persona aquí? El gerente del puticlub es un hombre de izquierdas convencido que, sin embargo, se dedica a eso. Lo fácil es presentar a un hombre de extrema derecha totalmente inculto. Éste [el proxeneta] es ignorante a su manera y utiliza a las mujeres en su favor para explotarlas. Pero yo tengo esta teoría: para que exista un personaje completo tiene que haber una contraposición. No existen personajes limpios. No hay paladines del bien ni símbolos del mal.

¿No se topó con un tipo así en la realidad?

Un gerente de puticlub no porque no conozco a ninguno pero me he encontrado a personas inmersas en unas circunstancias que no pegaban ni con cola [con ellas].

La voz del narrador llega a decir que los amnésicos a menudo olvidan que no hay que recordar todo, ¿merece la pena acordarse de todo lo que se refiere al pasado propio?

El recuerdo comporta alegría y tristeza. En ese momento, ante la angustia que siente, un  personaje se imagina cómo sería en el pasado, ya que al haber perdido la memoria es como si hubiera vuelto a nacer. No le asalta el temor de las consecuencias por lo que ha cometido. Vivir es experimentar lo bueno y lo malo pero hay una negociación en la obra que planea en torno a la cuestión ¿qué darías por olvidarte de esas penurias que rechazas? Una persona normal no tiene esa opción pero un amnésico se ha quitado esa mochila y siente una liberación. Eso es lo que he intentado reflejar, que lo bonito de la vida es arrastrar lo bueno y lo malo, es lo que nos hace aprender y de las dudas sale lo que nos fortalece. Quería jugar con eso de ahora “soy yo quien me reconstruyo y empiezo de cero”. Cosa que nadie puede hacer.

Festina se aferra por un momento a la idea de ser una buena persona antes del episodio que le hizo perder la memoria cuando, en realidad, parece un tipo poco recomendable, ¿reminiscencias del buen salvaje de Rousseau?

Eso es un planteamiento filosófico acerca del cual se ha escrito libros y libros. La genética puede influir, el instinto de supervivencia lo tenemos desde hace 50.000 años pero las personas se forman en el ambiente, con el cariño, lo tengan o no lo tengan, y con las experiencias vividas ¿Por qué somos violentos? ¿Es una parte de la evolución que el cerebro no controla o es algo que se aprende? Es algo acerca de lo cual los antropólogos todavía reflexionan. Si un bebé nace en medio de una guerra o en un entorno aséptico, ¿eso marca o no? No soy psicólogo y no puedo responder a todo eso pero sí reflexionar acerca de ello.

¿Y qué se hace con la memoria colectiva? ¿Conviene empezar de cero o es contraproducente?

Eso es como intentar empezar de cero después de un divorcio terrible. Los antiguos miembros de la pareja pueden decir “empezamos de cero” pero eso es imposible. La conciencia colectiva estriba en saber las raíces que han generado esos problemas. Si olvidamos la memoria colectiva nunca alcanzarás a saber las bondades de lo que ha sucedido tiempo atrás. Cien años o doscientos no son nada. No se puede olvidar las bondades ni las miserias y es terrible ocultárselo a los que vienen. El legado histórico es lo que permite al ser humano, que vive relativamente poco, conocer los procesos de error y acierto. El Hombre ha sobrevivido por recordar ¿Cuántos humanos murieron comiendo una seta venenosa para que el resto quedara informado y [otros pudieran] decirles que la dosificaran o no la comieran? Eso es la memoria histórica.

La obra comienza con dos tipos, aparentemente de aspecto sospechoso, en la cárcel. Aun teniendo ideas libertarias, ¿cree que la cárcel puede servir para algo positivo en determinados casos?

Las cárceles son símbolo de la impotencia humana. Pretenden subsanar errores individuales y abominables de los que no obstante todos somos de responsables de alguna manera. Si somos solidarios. Si mantenemos un pensamiento individualista y decimos “quien la hace, la paga” y “que encarcelen a ese asesino porque yo no soy asesino y además soy creyente y buena persona” pues [entonces sí] “es problema de ése, que lo encierren y no vea la luz”. La incapacidad humana es lo que crea las cárceles. Al no poder controlar la mente,  se encierra a alguien, la táctica también se ha utilizado para cuestiones políticas. Ante la incapacidad de integrar al que discrepa conmigo, lo convierto en preso. A los enfermos mentales los metían en un hospital psiquiátrico y tiraban la llave. Como están así las cosas parece que decimos “pues dónde lo vamos a meter, yo qué voy a hacer, en algún  sitio los han de estar” pero la reflexión ha de ser más profunda.

¿Merece la pena seguir asomándose al balcón?

Nunca hay que cerrar la ventana. Quien sale al balcón ve lo que pasa y tiene una gran posibilidad de intentar cambiar lo que observa porque aquel que cierra la ventana y se queda ahí, le caerá un bombazo y no sabrá ni por dónde le ha venido ni por qué le ha tocado a él. Puestos a darles que les den a esos que no quieren saber nada de nada.

¿Después de mirar habría que bajar a implicarse?

Es bueno mirar por lo menos para decidir si bajas o no, si te implicas o no te implicas, te solidarizas o te quejas pero hay que abrir el balcón para airear la casa. Si al abrir vemos que el aire está contaminado, por lo menos llegaremos a la conclusión de que no se puede respirar en nuestra ciudad.

Visto el final del relato del taxista, ¿se puede decir que es autobiográfico, se encontró alguno así?

Hay algunos taxistas, como en toda profesión, que te hacen pensar “esto es surrealista” y doy fe de haber subido a los vehículos de personajes como ésos, de la misma manera que también he encontrado gente encantadora con la que quedaría para ir a tomar algo.

¿A qué se debió su salto de la dramaturgia al relato?

El mundo teatral y la estructura que lo forma se han venido abajo y los programadores culturales no tienen dinero para las representaciones, no es un problema de las compañías donde he estado. Y esto es algo compartido por todos los compañeros de profesión desde hace años. Los programas han cerrado, no hay inversión en obras de teatro, salvo aquellas de gente que no tiene nada que perder o, al contrario, tiene mucho dinero para gastar y puede perderlo y de hecho lo están perdiendo. Ahora van a taquillaje y demás pero nosotros [en su día] llegamos a toda España gracias a que los ayuntamientos nos llamaban para llevar el teatro a su pueblo. Nos llamaban porque funcionaba. Después del parón [pensé] que llevaba 35 años dedicados a escribir y ya había hecho alguna novela negra teatral como Asesinos anónimos del que sacó un cómic Planeta, me dije, “¿qué sabes hacer?” Pues esto. Los compañeros de profesión me dicen que hay un regusto de teatro en mis libros. Todo el mundo escribe sobre lo que sabe y lo aplica, [el teatro] me sirve bien para elegir y construir los personajes, diálogos y ritmos, [que sean] tirantes porque me gustan las escenas cortas pero impactantes, dejando pausas como hacía en el teatro para que el espectador saque sus conclusiones y sea algo interactivo. Al hacer cortes, al ser breve y conciso, llego a lectores –entre los que me incluyo– que andamos muy mal de tiempo. Me ayudan mucho los autores con una obra que me facilita quitarme el mono leyendo un capítulo antes de hacer la cena o enlazar tres capítulos seguidos.

¿Qué recursos del teatro le han servido para la narrativa?

Cuando yo entregaba el libreto a los actores, lo que me interesaba antes de contarles mis intenciones era que ellos asumieran el personaje en cuanto a rasgos, gestos, etcétera. Eso me ayuda y es un vicio: tengo que relatar primero, en el teatro, en qué escenario se encuentra un personaje, me gusta mucho escribir todas esas ambientaciones para que el espectador se sitúe y [luego] dándole el máximo de referencia [también] al lector, él crea su propio personaje en vez de ser el autor el que crea el personaje para un actor o un lector. [Otros] se limitan a presentar a los protagonistas a través de los diálogos pero a mí me gusta dar detalles [antes] y [construir] diálogos cortos, si tú enseñas el escenario y luego viene el diálogo el actor se sitúa mejor.

Un libro de relatos y una tragicomedia negra que está a medio camino entre la novela clásica y la novela corta en lo que a extensión se refiere ¿El futuro de la narrativa en lo que a formato se refiere pasa por una trama más comprimida?

Uno cuando escribe se deja llevar, no por la cantidad de papeles que ha de rellenar, sino por dónde lo va llevando la historia. A veces piensas de alguna película “qué larga, le sobra media hora”. Otras veces  piensas que se te ha hecho corta. Si nos ceñimos a un número de páginas para que se venda [mejor] terminaremos presentando un producto enlatado. No estamos homogeneizados hasta ese punto, Si meto más páginas a una novela determinada puede que la destroce, si acabo antes puede que pierda encanto para describir según qué cosas en la historia. Puede que vivamos en una sociedad de consumo de usar y tirar pero me gustaría pensar que si te engancha una obra da igual que dure mucho o poco mientras el autor te lleve con él. Yo para el momento de la creación nunca me lo he planteado así.

¿Volverá a hacer teatro en un futuro próximo?

No descarto nada. [Después de] tantos años haciéndolo, puede que vuelva en algún momento pero son malos tiempos para la novela y para el teatro. Por ahora estoy  cómodo escribiendo, tengo novelas presentadas a ese bucle interminable de los premios y también tengo la continuación de Persecución a ciegas. Estoy escribiendo la segunda parte de ésta. Seguiré un rato más con los personajes que aún viven. Vivimos de proyectos, otra cosa es que se cumplan.

fotos: Jordi Trilla

Pasión por el periodismo, la comunicación y la edición. A mi faceta como redactor y a mi formación en community management se suma mi experiencia como corrector y lector editorial. Devoción por el mundo del libro en general y fascinación por la literatura rusa en particular, la cual estoy descubriendo desde hace poco tiempo.

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