Factory VIPs

Kiko Amat: “Los finales felices existen”

Por  | 

Conseguir ser tú mismo, tu propia huella, tu propio reflejo en la ficción. Amat escribe como percibe la realidad, su realidad, y crea novelas que lo aíslan, por la forma, de otros contemporáneos. El costumbrismo de una época concreta de este país de países, encerrado en la óptica de personajes que mezclan el sentimiento benigno junto a la basura inherente del ser humano. Su última novela, Eres el mejor Cienfuegos, diagnostica la crisis del que pudo reinar, y lo echó todo por la borda. Una novela donde perder peleando puede ser una victoria. 

En tu estilo mezclas referentes musicales anglos con el costumbrismo de la zona donde transcurre la historia. Generalmente, en los noventa, los escritores jóvenes españoles tendían a meter esas referencias junto a cierto realismo sucio, con obvias resonancias a autores coetáneos como Ellis. Tampoco se distanciaban de Fante o Bukowski. En vez de asimilar esos autores como influencias, los imitaban. ¿Cómo forjaste tu estilo? Y lo comento como algo positivo, no peyorativo, al crear escenas creíbles en Barcelona o cualquier lugar de Cataluña.

El propio Jorge Herralde (mi editor, big boss de Anagrama) afirma que no hay nada peor que los imitadores de Bukowski o Bolaño. Realmente, algunos artistas tienden a engendrar fetos putrefactos: Jimi Hendrix, por ejemplo. Robyn Hitchcock dijo una vez que, considerando los cambios que había originado en el rock y la pléyade de terribles guitar-heroes que proliferaron tras él, casi mejor que Jimi Hendrix no hubiese existido jamás. Es una forma un poco extrema de decirlo, pero comparto la esencia. Los imitadores de Bukowski son bastante basureros, y parecen no comprender que de su escritura no hay que tomar los referentes contextuales (pensiones, putas, carreras de caballos, vino barato, hemorroides, etc.) sino el espíritu: la sencillez extrema, lo vivencial, la dureza, la honestidad de intención, la verdad emocional, la confesionalidad… Y adaptarlos a sus vidas y su forma de existir en el mundo. Yo nunca quise imitar el estilo de Bukowski o Fante o Nelson Algren o Harry Crews o Vonnegut o Brautigan (bueno, el de Brautigan un poco sí), pero sí tomé su espíritu, que es universal: escribir con sinceridad y concreción sobre cosas cercanas, utilizar la emoción no histérica, evitar el sentimentalismo barato, ser cómico si procedía, no temer hablar de uno mismo, reducir el estilo a lo mínimo, sin filigranas estilísticas ni fuegos artificiales, escribir para la gente que te rodea y no para cuatro críticos o literatos mohosos, hablar de la propia experiencia y no de ciudades o países que no conoces ni en pintura, hablar de asuntos que te han sucedido y no de cosas que has leído en tu biblioteca o te han dicho que dijo Proust… Mi estilo no se “forjó”, simplemente me salió así al combinar mi inclinación personal y mi experiencia humana con mis lecturas predilectas. No intenté escribir como Bukowski, pero inevitablemente si escribes sobre tu propia vida, eres de clase obrera y algo bruto y algo guarro y estás algo dañado, y escribes con EXTREMA sencillez, lo que saldrá se parecerá un poco al viejo Hank. 

Siempre sale en las solapas que no tienes carrera universitaria. ¿Por algo en concreto se reseña? ¿Es algo que te haya ayudado a ver la vida bajo una perspectiva más pragmática y menos teórica?

Trato de envalentonar a los que empiezan, nada más. Si algo ahogó mi proclividad infantil hacia la narrativa (en 7º de EGB quería ser escritor y lo tenía clarísimo) fue el creer que no se podía ser escritor sin ser noble, extranjero, muerto o doctor en alguna disciplina. No había ejemplos locales en que fijarme, alguien que me dijese: eh, yo tampoco hice literatura comparada, no cursé escritura creativa, y mírame, chorbo. En mi pueblo no existía una figura John Fante, y a los doce tampoco le había leído, lógicamente. Así que fui olvidando mi sueño infantil y afilando mis herramientas en otros ámbitos (fanzines, discos) hasta los treinta, o así, en que decidí (tras leer a Richard Brautigan) volver a probar. Si lo repito es únicamente por eso: quiero recordarles a todos los que sienten la inclinación de narrar que se puede ser 100% autodidacta. Yo soy el ejemplo viviente de ello. Que no se necesitan maestros ni talleres, más allá de las lecturas, la imaginación y lo vivido. Y el esfuerzo salvaje, por descontado. Este es un trabajo solitario, y las cosas se consiguen en extrema y terrible soledad, y sudando la gota gorda. Más vale irse acostumbrando. 

¿Cuántos Cienfuegos reales, sea en cualquier ámbito laboral, tienen la oportunidad de redención que le das al personaje en el libro?

Los finales felices existen, y las pruebas están a nuestro alrededor. La redención es un elemento común en la vida cotidiana, solo que algunos autores deciden –por puro efectismo y pomposidad- resaltar la oscuridad. No soy uno de ellos. Sé que se puede mejorar la propia condición porque lo he visto, en mí y en otros. Solo necesitas un momento de iluminación. Como hombre nacido en los 70’s, en mi caso esa iluminación pasó inevitablemente por un espantoso descenso previo a los infiernos. Es lo que hay. 

¿Cómo vislumbras el futuro de Cienfuegos? Porque aunque haya terminado feliz, el futuro está sin escribir.

La redención de Cienfuegos no es simplemente laboral. Dejar de ser un lacayo de los medios de tendencias o la prensa neocon es solo una parte minúscula de su verdadera salvación, de su indulto. Importa poco lo que el futuro le depare, en cuanto a empleos o relaciones sentimentales. Lo que importa es que Cienfuegos ha vistola Verdad: se ha mirado a sí mismo y no le ha gustado una pizca lo que ha visto allí, y ha decidido alterar su condición. Renacer en otro tipo, más parecido al Yo inocente y puro que aún recordaba. Tal vez vuelva a caer, pero irá mejor armado para el desastre. Lo importante es la anhelada limpieza fundamental; que, aunque rara, no es imposible. 

En el final del libro mencionas el 15 M como inspiración, y aunque no trate sobre ese movimiento, si está fijada la narración en él. ¿Qué reflexiones sacas de lo que se ha conseguido y qué no ha funcionado en el mismo?

Soy refractario a las asambleas y las votaciones constantes, aunque no dudo que es una mejor manera de enfrentarse a las decisiones importantes que la de delegar a cuatro bandoleros corporativos, como es norma hoy en la democracia representativa. Simplemente, no es mi vocación (lo de asamblear) y no estoy hecho para ello; no funciono bien en grupo. Apoyé al 15M con mi presencia fija en cada manifestación y con la contienda manuscrita con los voceros populistas de la prensa que lo calumniaban, pero fui incapaz de aguantar las asambleas. Por desgracia, mi talante y mi educación extrarradial me hicieron alérgico al asunto cuando iba al instituto. Lo importante del 15M, en todo caso, fue que mató ala Culturadela Transicióny el “consenso”, y la politización inmediata y automática de la población, que llevaba veinte años sin hablar de política en bares. También fue majo ver el apoyo de las ancianas y las madres de familia, que no se hubiese producido si hubiéramos empezado a colgar a esbirros del mal de las farolas del Paseo de Gràcia. La resistencia pacífica fue una táctica que parecía adecuada en aquel momento. 

Leí en una entrevista que tu anglofilia era más de imaginación e interna que real. ¿Ha habido algún toque de la cultura inglesa que preferirías haber mantenido en tu imaginación, y no ver la realidad?

Bien preguntado. Como dijo alguien, “Nik Cohn no deja que la verdad se entrometa en una buena historia”. Mi patología es idéntica a la del viejo maestro. Veo las cosas a través de los cristales de la épica, la nostalgia, la melancolía, el júbilo y la pena: no soy historiador ni periodista de guerra, y además soy un mentiroso patológico. Rompepistas no es la pura verdad: es una verdad emocional muy gorda (que podría resumirse como ÉRAMOS EXACTAMENTE ASÍ) situada en un contexto bien real de mi vida (Sant Boi 1987) y adornada con algunas situaciones reales, otras magnificadas, otras imaginadas, otras tomadas de otros lugares. Mi anglofilia opera de forma parecida. Conozco la realidad inglesa y he vivido en esa isla bastantes años, pero en algunos casos prefiero quedarme con la épica y lo imaginado. Mi anglofilia, en cualquier caso, es algo muy antiguo, una debilidad que viene de la infancia, y como todas las cosas aprendidas en la infancia es fundamental. Es parte de mí. Hace de muy mal explicar, porque la gente suele asumir que eres una especie de pro-colonialista que desea que este país esté lleno de guiris y de bares con letreros en inglés, grupos cantando en inglés, etc. La realidad es el perfecto opuesto: mi anglofilia es una cosa íntima y privada, de habitación adolescente con cerrojos. Detesto el imperialismo cultural, y me repugna el servilismo con el que se acoge a los turistas y a la industria del entretenimiento yanki en mi ciudad. Prefiero mil veces a los grupos que cantan en su idioma natal que a los que mascullan en pichinglis. Pero en mi casa sigo leyendo a Wodehouse, qué le voy a hacer. 

Por tus gustos musicales, y aunque escribas en Rockdelux, te pegaba ser más rutero en los ochenta, cuando el ruta era en blanco y negro.

Fui, en efecto, lector fiel de Ruta 66 durante la segunda mitad de los ochenta. Cuando digo “lector fiel” quiero decir a la manera en que éramos fieles con el Ruta 66 de entonces los que estábamos en una subcultura: leyéndolo y agarrando lo bueno pero también enfureciéndome cuando sacaban algo inmundo o se metían con los mods y psicodélicos (lo cual era muy a menudo, si mal no recuerdo; les tenían bastante rabia). Pero se lo perdonaba, al fin y al cabo, porque luego hablaban de El Último dela Fila, ska, Los Negativos, el famoso informe psicodélico, el artículo sobre surf, The Pastels,La Granja, Flying Nun, The Fleshtones, Cramps, The Event, garaje 80’s, Julian Cope y Robyn Hitchcock, lo que ellos llamaban con tan mala pata NRA… Era una revista muy abierta y que hablaba de grupos pop y discos sensacionales. Cuando cerraron filas por el lado rocanrol dejó de interesarme. 

¿Qué crees que se ha perdido con la ausencia de fanzines y el traslado de la cultura, digamos, “underground”, por Internet?

El esfuerzo y la inocencia. Hemos ganado en información, hemos perdido (abismalmente) en la forma de digerirla y ponerla en contexto. La inmediatez y la accesibilidad enloquecida quitan valor a las cosas. También se pierde épica y pasión, según lo veo yo. Llevo un blog, pero es un medio, no un fin. Al final, te tienes que leer los libros y escuchar bien los discos como fueron concebidos. Dedicarle tiempo analógico, pausadamente, lejos de la pantalla. No existe otra manera. 

Fuiste mod durante un periodo de tiempo. ¿Qué te llamó de esa tribu urbana en concreto para adherirte a ella, aparte de la música? ¿Qué hecho concreto recuerdas como lo mejor de ser mod, y cuál como lo peor?

Era 100% joven (al contrario que hoy, no existía nadie que tuviese más de 24 años, y la mayoría teníamos 17-18-19), moderno con raíces antañonas, colorido, rebelde y antiautoritario, autosuficiente y secreto, pandillero y (en la época en que lo pillé yo) working class (hasta 1984 era más de clase media-alta, luego desembarcamos los proletarios como en un amanecer normando). Y anglófilo, por supuesto, lo que me pareció en extremo atrayente (pues, como dije antes, yo era ya anglófilo en EGB). Era una pequeña sociedad secreta, lo mod 80’s, y me dio algo a lo que pertenecer y proporcionó un punto focal para mi pasión y tendencia obsesiva. Por añadidura, sus discos y ropas eran maravillosos, y los mods que conocí querían bailar todo el tiempo. Y me gustaban las parkas. También las dianas, antes de que se tornaran cliché. Y la subcultura, al menos en mis años mozos, estaba compuesta por gente muy extravagante, divertida y locuela. Y engendró grupos sensacionales. Las cosas buenas eran todas las que te he enumerado hasta aquí. La mala (solo recuerdo una) era la patente dificultad de desordenar camas con personas del sexo opuesto. En aquella época las subculturas estaban segregadas por género de forma radical, y en general se follaba poco; algo que sonará a ciencia ficción distópica, imagino, para un joven de hoy en día. 

Realmente, es curioso que el mod, como otros movimientos musicales que trascienden los sonidos, haya tenido como dos etapas de auge, distanciadas en el tiempo.

En realidad tuvo más etapas de auge. Unas cuatro, alguna más si empiezas a contar los levantamientos europeos. Pero no creo que el mod revival tenga mucho que ver con el ejemplo que mencionas. Surgió desde la raíz, durante el punk, y se popularizó con el éxito de los Jam y Quadrophenia, y luego la gente empezó a escarbar en los sonidos de los mods originales, etc., regresando a las catacumbas. Si lo que me preguntas es por qué el pop tiende a revisitar su propio pasado de forma cíclica, llegando al punto obsceno de clonaje aburridísimo de música roots hoy, te remito a los libros de Simon Reynolds, que es bastante arty y pesadete, pero acierta en algunos puntos. 

¿Crees que uno empieza a ser adulto cuando abandona una tribu urbana? ¿Qué es una etapa de transición de sumergirte en una colectividad para encontrarte a ti mismo?

En absoluto. Yo dejé de ser mod en 1991, más o menos, y no pasé al estadio adulto hasta el 2007. Pero sí era como dices en los años cincuenta y sesenta. Los teds se hacían adultos incluso antes, porque aún existía el servicio militar obligatorio en Inglaterra. Y los skins, mods, etcétera que no pasaron al show business o terminaron palmando en un piso vacío como Pete Meaden, se casaban y tenían hijos y, por descontado, abandonaban todo vínculo subcultural. Esto, que no molaba, se ha transformado hoy en su grotesco opuesto, igualmente poco atractivo: subculturas llenas de señores de cincuenta años que buscan revivir su juventud a cualquier precio. Aunque es legítimo que cada uno busque sus formas de ser feliz y rever amigos, las subculturas vodevil de reconstruir años mozos no me interesan por sí mismas. Todo aquello quedó atrás, y está muy bien mitologizarlo y narrarlo y convertirlo en historia, pero no me parece adecuado convertirlo en un parque de atracciones para gente mayor. Al menos en el caso mod. 

De ahí quería hablar de Rompepistas. No se me ocurre nada concreto que preguntar, porque me emocionó, aún extrapolándola a mis propias historias y no sabría determinar algo. Simplemente ¿cómo fue el proceso de escribir sobre esta etapa concreta? ¿Te afectó escribir sobre ese periodo tan bonito y a la vez jodido, de una adolescencia más bien punk, en una zona urbana pequeña, siendo ya adulto?

Me afectó profundamente. Para escribir sobre algo tan emocionante y cercano sin ser pretencioso o cursi tienes que distanciarte de la realidad pero conservando la verdad emocional del tema. Eso es lo que hice yo para poder hablar de mi familia, de mi pandilla de skins, de mis carencias adolescentes, de la sensación de pérdida, de la pena por los años que nunca volverán, por la muerte de la inocencia (que es irrecuperable por definición). No creo que mis libros futuros puedan afectarme tanto como Rompepistas. Creo, pase lo que pase y escriba lo que escriba en el futuro, que todos tenemos UNA HISTORIA,la GRAN HISTORIA, la que hay que contar, la finalidad de una vida, casi. Mi historia era Rompepistas, y la estuve mascando durante años y años hasta que estuvo lista para ser escrita. Es una novela que habla de un tiempo y una gente que no iban a ser narrados, que se hubiesen perdido para siempre: mis amigos y yo en 1987, feos y cabreados y con botas, atascados en el esfínter del Baix Llobregat. 

Dos preguntas para terminar que no tienen nada que ver con lo anterior. Lo primero, ¿qué narración establecerías si tuvieras que trasladar a una novela el disco London Calling?

London Calling es una menestra, no creo que se pudiese contar en una novela. Si el símil es adecuado, sería más bien una colección de historias. Pero a) No me gustan los relatos cortos y b) London Calling es un disco. Así fue concebido, por fortuna, y así debe continuar. Que nadie le haga un “remix” en una “novela experimental”, por el amor del cielo. 

Esto ya es personal porque es mi grupo favorito, así que no es con inquina, simple curiosidad. Metes “Crazy Little Thing Called Love” en el libro como canción de un grupo insignificante. ¿Qué problema hay con Queen?

Me parece sensacional que te encanten Queen. Lo digo completamente en serio. Solo los imbéciles terminales juzgan a la gente por sus gustos musicales, literarios o cinematográficos (o peor: estéticos). A mí no me molesta que a la gente no le gusten mis grupos favoritos, y tampoco siento el impulso de justificarlos. Me pongo negro cuando la gente vomita discursos sobre-intelectualizados, citando a Deleuze, Baudelaire y la madre de Heidegger, para al final acabar admitiendo que lo que sucede es que les gustan Coldplay. Las formas artísticas y musicales que me gustan desde siempre no necesitan conexiones ni excusas ni citas académicas: son excepcionales como son. ¿Que a ti te gusta Queen? Alegría, amigo. Tomemos unos quintos y cantemos a dúo. En la vida hay cosas mucho más importantes que esa. Y pase lo que pase, siempre preferiré tararear el “Another one bites the dust” en una bodega que leer una sola línea del Rayuela. Como ves, estamos condenados a entendernos.

De Nowhere, Oklahoma. Nadie sabe más de Freddie Mercury que él. Trabaja para Rockzone, This is Rock y Esquire.

Tienes que registrarte para comentar Login