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Soledad Villamil: “Los argentinos nunca nos quedamos sin respuesta, ni aunque la desconozcamos”

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Aunque el público español se topó por primera vez con esos ojos verde grisáceo en “El mismo amor, la misma lluvia” (1999), el dramón romántico-ideológico de Juan José Campanella, su dueña, Soledad Villamil, llevaba más de una década pululando por la escena argentina, ya fuese en cine, en televisión o sobre las tablas de mil y un teatros. De nuevo, aunque casi todos conocíamos bien sus dotes para la actuación, resulta que habíamos pasado por alto su faceta de cantante, hacia la que esta oriunda de La Plata deriva buena parte del (mucho) montante creativo que le corre por las venas. Dos discos ha lanzado ya Villamil, “Soledad Villamil canta” (2007) y “Morir de amor” (2009), en los que desgrana su querencia por las sonoridades porteñas haciendo suyos tangos y milongas ajenas y desmarcándose con alguna que otra composición propia. En ello anda ahora Soledad, presentando su último trabajo discográfico a lo largo y ancho de la Argentina, al tiempo que continúa aquí y allá con las labores promocionales de la última cinta de Campanella, “El secreto de sus ojos”, que la ha vuelto a reunir con Ricardo Darín después de diez años.

Como muchos de los personajes que ha interpretado -y que, según ella misma reconoce, escoge con celo-, Villamil transmite pasión por todo lo que hace y un sentido de la coherencia y el compromiso a prueba de cheques. Su instinto, su inquietud, su amor por la profesión es lo que la mueve y eso, en un mundo en el que, a diferencia de en las películas, siempre suelen ganar los malos,vale mucho, muchísimo más que el oro.

En España la conocemos, sobre todo, por su faceta de actriz, no tanto por su carrera como cantante. Si hubiera de realizar el siempre frío ejercicio de reducirlo todo a una cuestión matemática, ¿qué porcentaje de usted misma entrega a la interpretación y cuánto a la canción?

En realidad me entrego entera a cada una.Un 100% cuando canto y un 100% cuando interpreto como actríz. Me considero una intérprete que por momentos usa la voz cantada y en otros utiliza la voz hablada, pero no dejan de ser dos maravillosas herramientas de comunicación y de expresión.

No hace mucho la hemos tenido por aquí presentando “El secreto de sus ojos” y ahora nos enteramos de que anda embarcada en una gira presentando su disco. Usted no para. ¿Es de las que opinan que ya descansaremos cuando nos venga a buscar la dama de la guadaña?

La pasión por lo que hago es el combustible que me permite moverme de un lado a otro (casi) sin parar. Y sí… ya habrá tiempo para descansar.

Dicen que el ‘quejío’ flamenco no se aprende. Se nace con él o no. Así de simple. ¿Qué hay del tango? ¿Cómo hacemos los profanos para reconocer quién lo lleva dentro y quién no?

Es una cosa bien sutil y tiene que ver con la capacidad de entregarse totalmente a la música y a la canción. No sirven los clichés, las imposturas. Lo importante es hacerlo cada uno a su manera y desde el corazón. Si nos quedamos en la superficie del género, el tango se vuelve impostado y falso.

¿Y de dónde le viene el sentido tragicómico al tango? Esas historias de perdedores irredentos que se sacrifican como mártires por la mujer querida, “Malevaje”, “Confesión”…

Es un género musical que nació en el “arrabal”, en los barrios bajos, en las orillas de la ciudad. Entonces es un estilo de canción muy pasional y trágica, pero que no pierde la picardía y el sentido del humor. Eso es algo muy característico de los argentinos. Podemos hacer una broma en la situación más trágica y no es considerado una falta de respeto.

Cine, música, teatro, televisión… ¿Se siente usted exhibicionista? ¿Le atrae alguna disciplina artística que no implique la presencia o la atención de un público?

Seguramente hay mucho de exhibicionismo y por suerte la vida me ha permitido convertirlo en un arte y en una profesión. Por lo demás, dejo mucho tiempo y lugar a todo lo que tiene que ver con mi intimidad, mi casa, mi familia… y allí se trata de ser creativa cocinando o inventando cuentos para dormir a los niños.

¿No será tal vez que ustedes los actores tienen algo de niños pequeños en busca de cariño y aprobación?

Sí, somos totalmente dependientes de la mirada de los demás. Y somos niños también, porque nunca en la vida dejamos de jugar y eso es una gran bendición.

Quizá sea una percepción subjetiva (como todas las percepciones, por otra parte) pero servidor aún no se ha topado con un actor argentino mediocre. ¿Es, como decía, una percepción o tienen usted y sus paisanos un cierto instinto para la interpretación?

Creo que hemos tenido grandes escuelas y maestros, y además indudablemente alguna condición natural. Y eso que tenemos los argentinos de poder reírnos de nuestra propia tragedia es una herramienta de autoconocimiento que para la actuación es de gran ayuda.

¿Qué me dice de la fama de charlatanes y verborreicos de los argentinos? Hasta sus futbolistas son capaces de hilvanar más de dos frases seguidas…

Nunca nos quedaremos sin respuesta, ni aunque la desconozcamos.

Por cierto, el fútbol, religión de masas tanto en Argentina como España, ¿a usted le interesa?

No tanto como a los varones que me rodean, pero reconozco que cada tanto leo el suplemento deportivo de los diarios.

Volviendo con su carrera musical: ¿ser una actriz consumada facilita las cosas encima del escenario? ¿Se pierde algo de miedo escénico?

Sí, absolutamente.Estar entrenada en el hecho de subirme a un escenario me quita muchos miedos y me permite más libertad. Claro que los “nervios” y la ansiedad antes de comenzar una función son parte de la cosa y me preocuparía mucho no sentirlos.

¿Cuando canta es Soledad Villamil o es como un personaje más de los muchos que ha encarnado?

Mi primer disco como cantante solista se llama “Soledad Villamil Canta” porque allí no hay personaje, guión ni ningún elemento teatral más que la interpretación misma de cada canción.

Por su currículum, no parece de las que hacen películas por hacerlas. ¿Es importante para usted que actuar no se convierta en una labor rutinaria?

Es muy importante. Que no se pierda el entusiasmo y la magia que genera cada nuevo proyecto.

Entre sus compañeros hispanoamericanos podemos formar dos grupos: los que irían (o van) a Hollywood al precio que sea, y esos otros que rechazan ofertas muy suculentas por una simple razón de incompatibilidad con el modus operandi hollywoodiense -o su compatriota Federico Luppi entrarían en ese grupo-. ¿En cuál la metemos a usted?

En el segundo.

Hablando de Luppi. Como usted sabrá, se instaló en España hace unos años e incluso dejó entrever su decisión de no volver a la Argentina. Se le notaba desengañado, desilusionado. La crisis no hace distingos entre leyendas del cine y simples mortales…

No es fácil vivir en la Argentina. Y si nos quedamos muchas veces es porque, como dijo Borges de Buenos Aires, “no nos une el amor sino el espanto”.

Sigamos encadenando conceptos. La crisis. Los ‘patrocinadores’ siempre se quejan del permanente estado de crisis del cine español. ¿Qué tal al otro lado del charco?

Comparado con España el panorama del cine argentino es un desierto. Cada vez menos películas, menos recursos y más dificultades para filmar.

Su amigo Ricardo Darín decía, alter ego mediante, en “9 Reinas”, que en este mundo “lo que falta no son putos, son ‘financistas’”. ¿Está de acuerdo? ¿Todos tenemos un precio?

Me gustaría creer que no, que todavía hay bastiones de ética que no están a la venta.

Un último encadenado… ¿cuál es el secreto de los ojos de de Darín? ¿qué hay dentro de ellos?

Hay un gran actor, de una sensibilidad increíble y un sentido del humor ‘desopilante’. Un compañero ideal para una actriz.

Traductor, periodista a regañadientes, copywriter. Quizás nos encontremos en Esquire, Vice, JotDown o en Miradas de Cine. Como me sobra el tiempo, edito Factory.

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