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¡Quiero ser escritor!, consejos de un escritor de brocha gorda

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Mucha gente, muchísima, demasiada, me pide consejo “para ser escritor” o “para publicar una novela”. La misma petición ya encierra un grave error. Si alguien escribe para ser escritor o para publicar una novela, mal camino. Ser escritor es algo que no se planea ni se espera. Al menos, si estamos hablando de ser escritor y no de un fabricante de libros. Los escritores que a mí me suelen gustar o que me interesan, se pusieron a escribir por necesidad, por placer o por ambas cosas a la vez, pero jamás porque hubieran deseado ser escritores o publicar libros. Escribían y escribían y dio la casualidad de que alguien pasaba por ahí y dijo: “Oye, esto me gusta mucho y puede que le guste a más gente”. Si no disfrutas con el proceso, si no sientes la necesidad de expresar por escrito lo que no puedes decir en voz alta, olvídate de escribir algo significativo y sustancial. Pues incluso disfrutando con el proceso, puede que no escribas nada que pueda interesar a los demás. Disfrutar con la escritura es una causa necesaria pero no suficiente. Luego, si te ríen la gracia, tu Ego se inflará hasta nublarte los ojos, pero este fenómeno debe ser un efecto colateral transitorio y no la motivación principal a la hora de ponerse a escribir.

Lo más importante, recordad: No es obligatorio escribir ni comenzar ninguna carrera literaria. Podéis llegar a ser unas bellísimas personas y plenamente desarrolladas sin publicar un solo libro. Y lo más seguro es que seáis mucho más felices si cejáis en vuestro empeño. En la pirámide de las necesidades humanas de Maslow no hay nada acerca de escribir un libro y mucho menos de publicarlo. Además, puede que vuestra mejor contribución a la literatura sea no publicar nada.

Talleres literarios. Que no te estafen, que no te roben el dinero. Nadie puede enseñarte a escribir, se aprende solo. Tienes que encontrar tú el camino, diferente en cada caso. Si tienes que delegar en otro para que encuentre tu camino, mal negocio para ti y buen negocio para el ‘profesor’, a menudo un escritor mediocre y/o fracasado que quiere aprovecharse de la ignorancia al igual que el curandero o el vidente.

Tu motivación y tu necesidad de escribir deben ser tan grandes que arramblen con todos los obstáculos que se te presenten. Ensayo y error, ensayo y error, hasta que consigas plasmar lo que quieres contar y cómo quieres contarlo.

No al horario de oficina. Sólo cuando tengas realmente ganas, cuando sientas que no te supone ningún esfuerzo, solo entonces debes ponerte a escribir. Los escritores que confiesan que escriben una página al día, siempre, llueva o truene, son funcionarios de las editoriales, pero no escribirán algo que me interese lo más mínimo.

El esfuerzo consciente anula la creatividad del inconsciente, que se pone a funcionar precisamente cuando no estamos buscando nada a propósito. Por tanto, si no fluyen las palabras, si estás bloqueado, ponte a hacer otra cosa y olvídate de la escritura. Tu inconsciente seguirá funcionando y puede que, cuando menos te lo esperes, broten las ideas o las palabras que estabas buscando o puede que incluso otras distintas todavía mejores.

A escribir no se aprende leyendo, se aprende escribiendo, y a menudo ni así. No te va a ser de gran ayuda saberte el 90 % del vocabulario del diccionario ni haberte leído todos los ‘clásicos’ impuestos por el sistema. Las palabras son solo un medio, no el fin. La historia y las ideas que quieres plasmar deben estar muy por encima de las palabras que utilices. Las frases y el vocabulario deben ser lo más sencillas y precisas posibles. Si tenéis dos palabras a elegir, elegid siempre la más común, siempre que suene bien dentro de la frase. Que la escritura resulte sencilla no es nada fácil. Requiere mucho menos esfuerzo escribir frases complejas gramaticalmente, utilizar palabras retorcidas y ambiguas y escudarse en la palabrería cuando no tienes nada de peso que contar.

Recortar o, mejor, no escribir. A menudo el verdadero talento está en recortar lo superfluo o en no escribir cosas que tendrás que quitar luego. El verdadero talento, muchas veces, por tanto, está en no escribir más que en escribir.

Uno de los errores más habituales entre los aspirantes a escritor es creer que un suceso autobiográfico, por el hecho de ser muy significativo para uno, será también interesante y trascendental para el lector. A menudo se confunde ‘escribir desde uno mismo’ con ‘describir experiencias literales de tu vida’.

Otro error es escribir desde la literatura, desde lo que has leído, en vez de desde lo que has vivido. Los escritores que escriben desde lo que han leído se vislumbran desde kilómetros de distancia y a mí personalmente no me interesan.

No te hagas amigo de escritores, intenta evitarlos, no te van a ser de ninguna ayuda y no te van a beneficiar en nada. Solo te traerán problemas, las relaciones entre ellos son falsas, llenas de intereses ocultos, envidias y puñaladas traperas. Mira solo hacia adelante sin mirar a los lados.

Si padecéis el trastorno obsesivo compulsivo, contáis con ventaja, pues no hay nada más obsesivo que la buena escritura. Si además tenéis fobia social, agorafobia y trastorno de evitación, puede que llevéis un magnífico escritor dentro. Si se os da bien la oratoria, si tenéis don de gentes y sois divertidos y dicharacheros, descartad la buena escritura por completo. Con esfuerzo y dedicación, y siempre que tengáis muy buenos contactos y tengáis habilidad para persuadir y trepar por la gran mafia editorial, podréis dedicaros a fabricar libros de género, pero nada más.

Otro buen consejo es que no pidáis consejo a ningún escritor. Creo que es el mejor consejo de todos. Debería estar prohibido por ley.

Para terminar, qué mejor que un poema de Bukowski:

Así que quieres ser escritor, ¿eh?

Si no brota de ti a borbotones
a pesar de todo,
ni lo intentes.
A menos que te salga por voluntad propia
del corazón y la mente y la boca
y las entrañas,
ni lo intentes.
Si tienes que permanecer horas sentado
mirando la pantalla del ordenador
o encorvado sobre la
máquina de escribir
en busca de palabras,
ni lo intentes.
Si lo haces por el dinero o
la fama,
ni lo intentes.
Si lo haces porque quieres
mujeres en la cama,
ni lo intentes.
Si tienes que sentarte y
rehacerlo una y otra vez,
ni lo intentes.
Si sólo pensar en ello ya te cuesta trabajo,
ni lo intentes.
Si quieres ser como algún otro,
olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga de ti
con un rugido,
entonces espera tranquilo.
Si no llega a salir de ti con un rugido,
dedícate a otra cosa.
Si primero se lo tienes que leer a tu esposa
o a tu novia o tu novio
a tus padres o quienquiera que sea,
no estás preparado.

No seas como tantos otros escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman escritores,
no seas soso, aburrido y
pretencioso, no te dejes consumir por el
narcisismo.
Las bibliotecas del mundo
se han dormido de
aburrimiento
con los de tu calaña.
No lo empeores.
Ni lo intentes.
A menos que te salga
del alma como un cohete,
a menos que creas que la inactividad
te llevaría a la locura o
al suicidio o al asesinato,
ni lo intentes.

A menos que el sol en tu interior te
abrase las entrañas,
ni lo intentes.

Cuando de veras sea la hora,
y si estás entre los escogidos,
cobrará vida por
sí mismo y seguirá cobrándola
hasta que mueras o muera
en ti.

No hay otra manera,
ni la hubo nunca.

Enrique Rubio es un guionista y escritor nacido en Mordor (escombrera del levante español) pero ovetense de pleno derecho y polaco de adopción. Afín a tipos como Charles Bukowski, Chuck Palahniuk, Woody Allen o Yorgos Lanthimos, es autor de las novelas ‘Tengo una pistola’ (Planeta, 2009, finalista del premio Silverio Cañada) y ‘Tania con i. 56ª Edición’ (Destino, Premio Francisco Casavella 2011) y responsable a todos los efectos del blog ‘Me arrepiento del mañana’ (http://www.enriquerubio.es/blog).

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